OFICINA DEL CRONISTA OFICIAL DEL MUNICIPIO JUSTO BRICEÑO, TORONDOY

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BIOGRAFÍAS

Miguel Ángel Millán Borges

Nació en Irapa del entonces Distrito Mariño del Estado Sucre, el 29 de noviembre de 1944. La educación primaria la realizó en la escuela “Socony Mobil”, Anaco del Estado Anzoátegui, en 1958. La secundaria en el Liceo “Santos Luzardo”, Anaco del Estado Anzoátegui, allí obtendría el título de Bachiller en Humanidades (1964) y Bachiller en Ciencias (1968). La educación universitaria, realizaría primero dos semestres en la Universidad de los Andes (Mérida), también dos semestres en la Universidad Central de Venezuela, y en la UPEL-IMPM obtendría la licenciatura en Educación Completa (1993).

Entre las labores profesionales han sido diversos: Docente en la Escuela Unitaria “Los Nevados” Estado Mérida (1967), docente en la Escuela Nacional “Briceño Méndez” de Torondoy, Distrito Justo Briceño del Estado Mérida (1968), fue Secretario Accidental del Concejo Municipal del Distrito Justo Briceño (19/4/1975), Director de la Escuela Nacional “Briceño Méndez” de Torondoy, Distrito Justo Briceño, Mérida (1973-1977), docente en la Escuela “Monseñor Jáuregui”, de Ejido, Distrito Campo Elías del Estado Mérida (1975-1978), docente en la Escuela “Artesanal”, en Anaco Estado Anzoátegui (1978-1980), profesor del programa Intercultural Bilingüe etnia Kariña Tascabaña del Distrito Freites del Estado Anzoátegui (1983-1984), Director de la Escuela “Bicentenario”, en Anaco, Anzoátegui (1981-2005) y profesor de la UPEL, en la materia de Adquisición y Desarrollo del Lenguaje, en Anaco (Anzoátegui), un semestre (2000).

Sus últimos años de vida del licenciado Miguel Millán las pasó en  Anaco del Estado Anzoátegui. Además era casado con Marisol de la Paz Briceño Parra, oriunda de Torondoy, hija legítima de don Liévano Antonio Briceño y de Olga Margarita Parra, ya fallecida, y de este matrimonio tuvieron cinco hijos. Gracias por todo de lo que nos dejó, sus enseñanzas y experiencia de vida; que gran parte la compartió cuando estuvo en Torondoy. Falleció el 3 de noviembre de 2023. El profesor Millán fue uno de nuestros biografiados en el libro Semblanza de Torondoy (2012) de la autoría del Cronista Municipal, fue un honor platicar con él en el momento oportuno, que el Todopoderoso lo tenga en su Santa Gloria.

 
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MARTÍN DE JESÚS SALCEDO JEREZ

Mejor conocido como “Martincito”, nació en el caserío El Jumangal, jurisdicción de Torondoy (Edo. Bolivariano de Mérida) el 10 de noviembre de 1926, hijo legítimo de José Indalecio Salcedo Villarreal y de María Camila Jerez. Fue confirmado en el templo parroquial de San José de Torondoy en el año 1931, su padrino se llamaba Ismael Peña. Don Indalecio Salcedo era oriundo de Piñango (antiguo municipio foráneo del entonces Distrito Justo Briceño); actualmente del municipio Miranda, era hijo legítimo de Juan de la Trinidad Salcedo y de Andrea Villarreal. Su juventud lo pasaría en la aldea espontánea “El Cogollal” trabajando en las haciendas de la época floreciente, donde la mayoría cultivaban caña de azúcar y el cultivo de cafeto. Al poco tiempo conocería a María Camila Jerez con quien contrajo matrimonio. Nuestra investigación nos llevó a confirmar que María Camila o Camila Jerez había contraído matrimonio primero con Juan de la Rosa Albornoz y tuvieron los siguientes hijos: José Lucas Evangelista (n. 18/10/1910); María Candelaria (n. 26/01/1913) y María Guillermina (n. 29/07/1915), según los registros obtenidos estos nacimientos se produjeron en el poblado de Torondoy, lugar donde la pajera al parecer pernotaban.

En la segunda unión conyugal de María Camila Jerez con José Indalecio Salcedo nacerían: María del Carmen (n. 14/09/1920); María Onésima (n. 16/03/1922); los trillizos José del Carmen, Desiderio y Santiago (n. 24/05/1925); Martín de Jesús, nuestro homenajeado en esta semblanza; y María Justina (n. 01/08/1930). Los lugares de estadía de la pareja estuvieron en: El Cogollal, Jumangal, Mesa Grande (sector parte alta del caserío El Jumangal) y los trillizos que nacieron en el poblado de Torondoy, posiblemente por ser un parto de alto riesgo pernotaron por un breve tiempo mientras se cumpliría la dieta. Aunque también esta pareja viviría en el sector Bella Vista del caserío San Rafael de la jurisdicción de Torondoy, como también se conoce por tradición oral que Indalecio Salcedo le gustaba acompañar en los cantos de paraduras.

Por tercera vez se casería Indalecio Salcedo, esta vez con María Rafaela Moreno Barrios, el 20 de diciembre de 1954 por la Prefectura de Torondoy, María Rafaela, era viuda; casada anteriormente en segunda nupcias con José Eloy Blanco González, ella era natural de Jajó, Edo. Trujillo, hija de Altagracio Moreno y de Carolina Barrios. María Rafaela y José Eloy eran los padres de Octaviana Blanco Moreno, última ésta de nueve (9) hermanos (Cecilia, Vicenta, José Ramón, Gregoriana, Pablo, Pablos Ramón, Ramona y Julio o “Julito”), quien posteriormente sería la esposa de “Martincito”. De la unión conyugal de Indalecio Salcedo con María Rafaela Moreno no procrearon. Se nos viene a la mente quien escribe esta semblanza y como pariente por parte de María Rafaela, que esta pareja vivía para el momento en el sector “El Guayabal”, Indalecio padecía de quebrantos de salud, su fallecimiento ocurriría a mediados de los años setenta.

La juventud de “Martincito” fue en un vaivén entre las comunidades vecinas que mencionamos anteriormente, las prácticas de las labores del campo fue constante en mutua ayuda con los padres que lo formaban. Una particularidad de él era que le gustaba criar gallos finos, bien fuera que los vendía como también los jugaban en las peleas de gallos. Hay una anécdota poco conocida con la venta de un gallo que hizo, fue que el comprador, cuyo nombre nos reservamos, empezaría a ganar cada vez que echaba a pelear el gallo y, así fue por un largo tiempo; quizá la suerte rondaba para otros y no para nuestro recordado amigo “Martincito”.

En la estadía que tuvo “Martincito” en el caserío El Jumangal conocería a su recordada y amada Octaviana Blanco Moreno. Pronto jurarían fidelidad en la Prefectura Civil de Torondoy, un 27 de mayo de 1960 y ante el Altar de Dios. Como lo mencionamos en una ocasión cuando leímos la semblanza de Octaviana Blanco Moreno, en este mismo lugar, su casa, comenzaba una nueva etapa para ambos. El hogar que construyeron se iniciaría primero en el sector conocido como “La Chispiosa” del mismo caserío. El ahora esposo con la madurez que tenía, además de la agricultura, a pesar de que no tenía ningún grado de instrucción escolar, era cultor, había aprendido la habilidad de tejer canastos, esteras y manare, los vendía para el sostén familiar. También aprendió a tocar el cuatro y cantaba en las paraduras como acompañante, incursionado por su padre, católico, muy devoto de San Benito de Palermo quien acompañaba también en los rezos o llamados “chimbanqueles”. Otra anécdota era que siempre en los días antes de la Semana Mayor se iban “Martincito” y su padre Indalecio Salcedo para el caserío de Monte Aventino, allí trabajaban en una hacienda como jornaleros que al final del trabajo les pagaban cinco (5) bolívares, en su retorno, en Santa Apolonia compraban el pescado salado y otros enseres necesarios para el sostén del hogar. Con este afán estuvieron por varios años, haciendo el mismo recorrido a pie.

Al poblado de Torondoy la familia Salcedo Blanco llegaron aconsejados por Julio Blanco Araujo, él negoció o compró una casita que tenía el señor Dimas López en “La Travesía”; aunque la familia llegaría primero a la casa de don Porfirio Moreno ubicado en el mismo sector. La condición de la casa que proponía Julio Blanco era que se la pagaran poco a poco, con el trabajo por supuesto de “Martincito” y así ocurrió.

En fin, Martín de Jesús Salcedo le tocó seguir en la lucha constante para la levantar a su familia que cada vez eran más, en total once hijos, diez de ellos viven: María Antonia, Gerarda, Pedro, Hermes, Auxiliadora, Jesús del Carmen, Coromoto, Luis Miguel, Eduardo y María Eugenia. Como mencionamos en una oportunidad en este mismo sitio, cuando leíamos la semblanza de su recordada esposa Octaviana Blanco de Salcedo, el cambio de lugar para el grupo familiar fue fundamental reconfortando a todos con servicios básicos como: educación, salud, alimentación, un espacio más digno por así decirlo. La popularidad de “Martincito” se fue acrecentando en todo el poblado por su sencillez, lo alegre y carismático, de buen temperamento, su cordialidad era casi para todos, porque allí estaba él saludando y, de fiestas populares en la calle ni para que decirlo, allá estaba el hombre del sombrero bailando una pieza con una dama o muchacha y no la saltaba porque ese era su hobby. También sacaba de su tiempo para Dios porque siempre asistía a las misas dominicales y recibiendo la comunión. En el hogar había creado junto a su grupo familiar la tradición de hacer el pesebre con su respectiva paradura del Niño Jesús, que bien una gran parte de la población acompañaba, momentos inolvidables los tendremos guardados celosamente en nuestras mentes justo aquí en este hogar que aconteció una gran parte de las andanzas de esta pareja, en especial al homenajeado “Martincito” quien partió a la Eternidad el pasado 11 de julio del presente año (2023), a la edad de 96 años. Por su creación individual y colectiva, fue y será siempre un patrimonio cultural del municipio Justo Briceño, así lo declaro como veedor de la historia local.

Agradezco profundamente a sus hijos; aunque la mayoría no pudieron esta presentes por causas mayores, que les entendemos por la situación país, todos hemos sido afectados, pero con la fortaleza y la Fe puesta siempre en Dios seguimos en la lucha, por un mejor porvenir. Aquí estamos cumpliendo con el último día de la Novena, gracias por permitirme nuevamente hablarles de una pequeña parte del personaje que hoy homenajeamos, muchas gracias a todos por su presencia.
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SIMÓN WENCESLAO BELLO

Nació el 28 de septiembre de 1937 en la parroquia San Juan del Municipio Libertador, Caracas. Hijo de doña Catalina Bello, quien engendraría en total seis (6) hijos, una de sus hermanas ya falleció. Su padre se llamaba Santiago, pero murió muy joven.

Estudió en la “Diego de Losada” en Caracas hasta sexto grado. De ahí pasaría a la “Matin jota Sanabria” y, luego pasaría en la Escuela Andrés Eloy Blanco en Propatria, donde sacaría el tercer año. Para luego ingresar como instructor a la Universidad Central de Venezuela (U.C.V.), ya que era el requisito mínimo que le exigían, porque ya Simoncito había estado como técnico cuando estudiaba en segundo año y estaría en varios equipos de beisbol en el Distrito Federal.

Su motivación al beisbol comenzó a la edad de ocho años, donde estuvo en juveniles, luego amateur, clase A y doble AA y posteriormente se dedicaría a técnico, porque su ambición era llegar a profesional, pero con el inconveniente era que en esa época las personas de estatura baja, era raro el que firmaba profesional, cuya exigencia era de 1,78 de alto. Sin embargo, su tamaño no fue problema, le permitió jugar en varias categorías doble AA en la liga de Los Teques y jugó clase A alrededor en doce equipos. De aquella experiencia de trabajo, conoció a un señor millonario Luis Carratú dueño de un equipo de ahí salió un segunda base, nos referimos a Gustavo Gil que jugaría segunda base de los Indios de Cleveland (EEUU), el grandeliga venezolano con una gran trayectoria en el beisbol y que desafortunadamente falleció en Estados Unidos (Phoenix, Arizona) víctima de un paro respiratorio el 8 de diciembre de 2015.

Corría el año 1956 aproximadamente, cuando muchos de los compañeros de Simón Bello quedaron jugando la categoría Amateur acá en Venezuela, mientras que Gustavo Gil jugaba la categoría triple A y dio salto a las grandes ligas, quien a su vez era segunda base del equipo de Magallanes. Posteriormente el maestro Gil jugaría con los “Marineros de Seattle”.

En 1971 parte de los integrantes del equipo al que pertenecía Simón Bello tuvieron la oportunidad de jugar en el mundial de  Chicago, aunque él no pudo asistir, recuerda que estaba presente Dámaso Blanco (ex-beisbolista venezolano estuvo con los “Gigantes de San Francisco” entre 1972 – 1974, en Venezuela jugó con los Tiburones de La Guaira, Leones del Caracas y los Navegantes del Magallanes, posteriormente se dedicó como comentarista deportivo en televisión y otros medios de difusión)  y otros compañeros que no recuerda en este momento sus nombres.

Ya como técnico especializado, Simón trabajó con la selección de Venezuela en las competencias internacionales como: en los Centroamericano, en los Bolivarianos en Ecuador (1982) donde fueron campeones, de ahí otros compañeros suyo dieron salto profesional entre ellos Jesús “Chalao” Méndez (debutó en los Tigres de Aragua, firmó con los de “San Luis”, EUA), Hilario Pacheco center fielder de los Tiburones de la Guaira, entre otros. Posteriormente viajaría con la selección para Puerto Rico para participar en los juegos Panamericanos (en 1979) allí acompañó a Pompeyo Davalillo (fue jugador y mánager de béisbol profesional venezolano, debutando con el Cervecería Caracas, jugó para el Leones del Caracas, debutó en las mayores con los Senadores de Washington en 1953). Ese mismo año, 1979, viajaron para Medellín para participar en los Juegos Centroamericanos. Posteriormente viajaron a la ciudad de Fort lauderdale (EUA), donde Simón Bello era jugador de segunda base. A su regreso a Venezuela Simoncito jugaría como clase A en varios equipos, donde se ganaría más de 20 trofeos.

De manera que Simoncito, como cariñosamente le decimos se ha ganado el aprecio de muchas personas, tuvo una agenda muy apretada que en su parte sentimental se descuidó un poco, no procreó hijos con las pocas parejas, su madre veía que todos sus hijos se casaron y tuvieron hijos, Simón no, porque siempre la escusa de él era que no tenía tiempo y que tenía muchos compromisos de trabajo, muy aferrado a su deporte, así lo afirma.

Trabajó de recogebate en el béisbol profesional, fue cátcher  de práctica con los Tiburones de la Guaira, estuvo con una selección donde reunieron todos los peloteros latinos, los mejores, él fue recogebate, pícher de práctica de esa gente,  y cuanto detalle del equipo siempre estaba pendiente Simoncito, por supuesto el mánager de ese equipo fue el maestro Gustavo Gil que al poco tiempo se radicaría en los Estados Unidos y quedaron Simoncito y el resto del equipo encargados de la selección.

A Torondoy, donde es su actual residencia, el poblado lo conoció en 1980 a través de una familia que se mudaría para ese lugar, el señor llamaba Hilario Varela, era su vecino y estaba enamorado de una hija de él, que se llama Elena. Un tiempo estuvo con ese vaivén, cuando se decidió en pedirle la mano a la muchacha para casarse ya la chica se había enamorado de otro hombre que estaba más cerca, de manera que todo se le derrumbó aquella decisión tardía. Recuerda el enamorado que para ese momento trabajaba para la INOS (Instituto Nacional de Obras Sanitarias) como técnico para el equipo de béisbol de ese instituto, y venía una vez al mes para Torondoy sin tener éxito en ese compromiso.

Sigue Simoncito en aquella experiencia de trabajo como técnico, esta vez atendió al equipo del Instituto de Aseo Urbano de Caracas. Luego tendría al equipo de la automotriz venezolana ensambladora los famosos camaros. También tendría su cargo un equipo del Departamento Vargas, la motivación era que muchas empresas tanto públicas como privadas tenían su equipo de béisbol que eran sus mismos empleados, porque el jugador firmaba cualquiera de ellas le pagaban todos los beneficios eran muy bien tratados. Otro fue con un equipo de la Guaira se llamaba “Aerovias” una línea de aviación. También trabajó y jugó con una reconocida marca de pintura nacional, allí quedó campeón bate y así muchos otros equipos estuvieron bajo su responsabilidad.

Recuerda que conoció en Caracas a Lidice Beatriz Andara, estaba pequeña. Posteriormente en uno de sus viajes para el poblado de Torondoy ya estaba formada aquella niña, se enamoró, se casaron y es su pareja hasta la presente.

En fin, Simón Bello o Simoncito, como quiera que lo llamemos, es jubilado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) desde el año 2007. Adicionando a la entrevista, comenta que fabricó maletines para el béisbol profesional y hasta vendería en Estados Unidos.

En cuanto al softbol lo practicó en la U.C.V., había un equipo de los empleados universitarios, el scout necesitaba un jugador en segunda base, hablaron con Simón y aceptó. Viajaron para la ciudad de los Caballeros (Mérida) en donde quedarían subcampeones con medalla de plata. Desde ese momento se encariñó con el softbol. Pero su pasión era el béisbol, de manera que fue campeón en la escuela menor, en varias escuelas universitarias, fue campeón como mánager-amateur con Banco Industrial de Venezuela. Trabajó en la Liga Nacional Bolivariana de Béisbol, identificado con las siglas LNBB (es una liga semiprofesional de béisbol de Venezuela, creado el 25 de febrero de 2005 por iniciativa del entonces Instituto Nacional de Deportes, con el fin de ofrecer una alternativa a los beisbolistas que tenían pocas posibilidades de jugar fuera de Venezuela durante los meses que se encuentra inactiva la Liga Venezolana de Béisbol Profesional y para consolidar la práctica del mismo en otras regiones del país. Es patrocinada por PDVSA, pero que ha traído como consecuencia la suspensión de partidos al haber retrasos en la entrega de fondos. Aunque esta liga había estado funcionando en años anteriormente con el nombre Liga Profesional de Verano, donde trabajó con varios profesionales como: Víctor Davadillo (Vitico) también exgrandeliga, jugó en varios equipos de Estado Unidos, a nivel local jugó con los Leones del Caracas y Tigres de Aragua; también con César Tovar exgrandeliga, estuvo en varios equipos en Norteamérica y varios equipos locales: Leones del Caracas, Tigres de Aragua, Águilas del Zulia y Cardenales de Lara, lo cierto que de toda aquella experiencia de trabajo  en ocasiones quedaron campeones.

En Torondoy se integra al equipo de Softbol como técnico gracias a su amigo Carlos Villamizar por haber tomado el interés y haber conocido toda aquella experiencia de Simoncito, cuyo propósito era incentivar la juventud de la jurisdicción. En los últimos tiempos ha sido poco recurrente a las prácticas motivado a la salud, sin embargo, hace su esfuerzo para apoyarlos en lo que se pueda. Ha visto buenos deportistas pero les hace falta que alguien los impulse y también ponga parte de ellos mismos, disciplina recalca el técnico veterano.

Simón Bello ya tenía veinte años residenciado en Torondoy, específicamente en el sector de Las Rurales, allí compartía todo el tiempo con su esposa Lidice y, practicaba el canto acompañando al grupo musical “Los Serenateros” integrada por hijos de Torondoy como: Sabino Calderón (+), Miguel Ángel Torres, Gerónimo Hernández, Simón Mendoza Dávila, Luis Hernández, entre otros que ocasionalmente se integran al grupo, que son sus amigos, con frecuencia son invitados para eventos especiales locales sin percibir ningún tipo de remuneración económica, simplemente el cariño, afecto y motivados en querer cuidar y conservar las costumbres de años de otrora. Sin duda alguna esta gloria deportiva en su especialidad en el béisbol venezolano, en softbol y ahora como cultor artístico se ha ganado el cariño y el respeto de los Torondoyenses sus preseas los guarda muy celosamente en su casa como el mejor recuerdo de todas sus andanzas, nuestro categórico saludo, apoyo y felicitaciones al amigo Simoncito. Desde hacía un tiempo para acá nuestro amigo “Simoncito” venía padeciendo de quebrantos de salud, recientemente viajó para la ciudad capital “Caracas” para buscar mejor atención médica pero lastimosamente el sábado 8  de julio (2023) nos llegó acá al poblado de Torondoy la noticia de su fallecimiento, lo recordaremos siempre gran hombre, hoy el béisbol  y el softbol de la Universidad Central de Venezuela (U.C.V.); que fue siempre su sueño, ambas categorías como técnico está de luto por su partida, esa experiencia bonita le permitió recorrer gran parte del país, trayendo consigo diferentes preseas como mencionamos anteriormente. Paz a su Alma “Simoncito”.




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SEMBLANZA DE LOS HERMANOS BARONE RONDINELLI
Francesco Antonio Giuseppe Pasquale Luigi Barone Rondinelli, nació el 7 de junio de 1852 en Camerota, provincia de Salerno, Italia. Sus padres eran: Matteo Barone (n. 1821), y de Emmanuela Rondinelli (nacida en Salerno). Era el tercero de cuatro hermanos ellos eran: Giuseppa Elena Stella Anna María (n. 1847), Domenico Antonio Stefano Lorenzo (n. 1848) y Alessandro Carmine Vincenzo (n. 4 de marzo de 1855). Don Matteo Barone era una persona muy distinguida en el poblado de Camerota, según fuente recopilada por un familiar que visitó el lugar (2003), él vivía en un palacio llamado “Il Palazzo Rosso” (el palacio rojo), en la zona cada familia camerotana tenía al menos un músico en la familia, formaban una importante banda que por tradición amenizaba las distintas festividades del lugar, don Matteo les permitía ensayar en su palacio. Tiempo después la edificación pasaría a manos de los grupos de músicos o se los cedió según la tradición oral de los habitantes; se desconoce el paradero de don Matteo, o fue que murió. Hoy en día existe la edificación convertido en apartamentos. En cuanto a su hijo Domenico Antonio Stefano Lorenzo en su tierra natal se casaría con Raffaela Ruggiero (natural de Nápoles). Aunque aquí tenemos que acotar que José Duilio Barone en su libro “Caminos de piedra” (1978) menciona que don Mateo Barone, abuelo del autor, en Boconó muchas personas lo conocieron y lo recordaban como una persona con viva emoción, fue un hombre de costumbres sanas, de trato cariñoso y generoso, en cuanto podía. Quiere decir que don Mateo Barone emigró también para Venezuela y se radicó en Boconó del Estado Trujillo, mucho antes que lo hiciera sus hijos Francisco y Alejandro, o viceversa. Esta sería nuestra primera deducción relacionado con don Mateo. Nuestra segunda presunción es que en Boconó había varias familias italianas, producto de la inmigración; una muestra de ello tenemos que a principios de los años veinte (20) estaban asentadas los: Leonardi, Spinetti, Batoni, Bartolomei, Pardi, Ponti, Pisanti, Retali, Selvi, Berbecí, Montauti, Martini, entre otros, algunos de ellos laborando como comerciantes, hacendados y agricultores; es posible que sean algunas de estas personas que conocieron a don Mateo Barone, cuando todavía estaban en su país de origen.

El motivo de los hermanos, y muchos otros paisanos, fue porque Italia, durante muchos años había sido víctima de muchas guerras armadas, por ejemplo de los españoles, alemanes y franceses la dominaron, habiendo sido campo de batallas de estas potencias. Francia renunciaría primero a las pretensiones que tenían allí, pero quedaron los españoles, que fueron herederos y amos durante dos siglos.

Haciendo una pequeña síntesis de la inmigración de los extranjeros en Venezuela, y en la cual se estima hayan llegado los Barone a la región andina, tomando como referencia en el diccionario de Historia de Venezuela (1997) nos habla sobre el tema, en los periodos de gobierno de Antonio Guzmán Blanco (1870-1877, 1879-1884 y 1886-1888), que entre otras cosas, parte de su programa de gobierno era modernizar al país con la inmigración de extranjeros. Esto conduciría al mejoramiento económico, realizando grandes obras públicas ampliando así la infraestructura del país para el momento, aumentando así el empleo, entre otros. Además nos indican que entre los años 1874-1888 llegaron al país 26.090 inmigrantes, entre los cuales más de 20.000 eran españoles, más de 2.764 eran italianos y franceses 1.806. A partir de la fecha que indicamos arriba deducimos que sea el momento de la presencia de los Barone que hoy aludimos. Por otra parte tenemos que, contribuye al florecimiento de nuestra agricultura de los siglos XIX y XX, en buena parte se debió a la inmigración italiana en la Venezuela aún no explotada por el petróleo. Muchos de ellos echaron raíces en los Andes Trujillanos; algunos de ellos nombrados anteriormente y también Merideños como: Carnevalli, Pizani, Valeri, Segnini, Anselmi, Parilli, Lenzi, Paparoni, Bottaro, Agostini, Ferrigni, entre otros tantos como los Barone, que agregamos en esta lista; son timbre de orgullo local, regional y nacional.

Los dos hermanos Barone se establecieron en un pueblito de los Andes Venezolanos, Jajó del entonces Distrito Urdaneta del Estado Trujillo. Francisco mejor conocido como “Pancho” era una persona inteligente, sincera y bueno, en cambio Alejandro era un hombre culto, amigo del silencio y de la soledad, jamás se oyó discutir con su hermano y en materia de negocios prevalecía la opinión que, puesta sobre la mesa, consideraban mejor. Ambos hermanos eran hombres dedicados al trabajo; cualquier cosa hacían para alejarse del ocio. Frecuentemente eran invitados a reuniones de carácter familiar o político; a esto último don Alejandro no era afecto; en cambio su hermano sí, pero sin comprometerse jamás a participar en ella por su condición de extranjero. Don Pancho tenía un privilegio que muchos le reconocían su intuición. El líder que presidía las reuniones de la gran familia de políticos de aquel pueblo (Jajó) era el general Juan Bautista Araujo, caudillo militar y político; conocido por muchos como el “León de la Cordillera”, participó en diversos conflictos armados del siglo XIX. Era un hombre de gran prestigio por su sinceridad e innegable valor, aunque políticamente se sitúa en el bando de la oligarquía conservadora, por lo que los gobiernos liberales debían pactar con él. En 1892 había resuelto apoyar la Revolución Legalista de Joaquín Crespo, retirándose luego a la vida privada en su propiedad que tenía en Jajó. También muchas veces pedía opinión y asentimiento de don Pancho o Francisco Barone, a quien sometían las distintas opiniones para aceptar lo más conveniente. Cuando el caudillo falleció el 11 de febrero de 1898 en Jajó, quien sería alma y vida de aquel pueblo; para esa fecha ya don Pancho había cambiado de domicilio al igual que su hermano Alejandro Barone.

Francisco Barone o don Pancho en Jajó había contraído nupcias con María del Carmen Araujo (entre los años 1880-1881), allí consolidaría el hogar con una numerosa familia, procrearon; sin ningún orden, a: Angelina María, Vicente, Francisco, Alejandro y Domingo Antonio Barone Araujo. Con el tiempo el hogar consolidado vino un gran dolor y tristeza, la muerte de doña María del Carmen Araujo; desconocemos la fecha y causa de su fallecimiento.

Don Pancho enviudado encaminaría a sus hijos a cimbrarle los valores y el respeto al prójimo, a las labores cotidianas  del campo que era el sostén de aquel hogar, aunque don Pancho era inteligente en los negocios mercantiles; venía con una formación pedagógica un poco sólida de su país natal, Italia. Aquel desamor que traía por su recordada amada pronto lo superaría, conocería a Cleotilde Simancas oriunda; suponemos del mismo poblado de Jajó, se casaron. De la unión conyugal nacería José Duilio un 18 de abril de 1894. Al poco tiempo ocurriría una desgracia en el hogar Barone Simancas la casa por equis causa se incendió, falleciendo Cleotilde Simancas consumada por las llamas (27 de mayo de 1894) y, por un milagro de Dios lograron salvar en vida el párvulo José Duilio que apenas tenía cuarenta días de nacido. Fue otro dolor que tuvo que sobrellevar don Pancho.

En los años siguientes don Silvio Paglioli rico hacendado de Monte Carmelo (Edo. Trujillo), paisano y amigo de los hermanos Barone (Francisco y Alejandro), les ofreció en arrendamiento unas haciendas de café que tenía en San Cristóbal de Torondoy (Edo. Mérida). De manera que don Alejandro fue de Jajó a Monte Carmelo con el fin de tratar el negocio y en las condiciones como se encontraría las haciendas, por supuesto llevaba instrucciones precisas de su hermano para llegar a un acuerdo, correría el año de 1895. Don Alejandro Barone permanecería por cinco días en San Cristóbal (aldea para el momento del municipio foráneo Piñango del Distrito Miranda, Edo. Mérida) para conocer también el lugar, donde fue muy bien recibido por personajes de aquella aldea como: los hermanos Benti (Antonio y Ramón), Rafael y Luis Rodríguez, también Rafael y Ramón Araujo, entre otras más, mostrando simpatía y grata impresión. A su regreso a Jajó puso al tanto a su hermano Francisco y de la urgencia que requería ponerse al frente de las haciendas ya que el café estaba a punto de recolectar.

Difícil valorar el sacrificio que representó a los hermanos Barone dejar donde vivían, para trasladarse a un lugar incrustado en la selva a dos días de Jajó para acarrear con toda la mudanza porque al lugar donde llegarían no estaba equipada por eso ameritó hacerlo. Además el traslado tenían que hacerlo porque tenían que mejorar su situación económica, lo que les obligó a aceptar la oferta que les había hecho don Silvio Paglioli; que posteriormente la adquirirían.

Poco a poco iban mejorando en el manejo de las haciendas, en cuanto a la producción del café con nuevos almácigos y expandiendo el cultivo en toda el área, por lo que ameritaba más mano de obra foránea porque en la aldea no había suficiente, venían de Tuñame, Piñango e incluso de Pueblo Llano la mayor parte, en total casi cuarenta obreros recogiendo café en cada cosecha. Esto le permitió a la aldea de San Cristóbal mejorar más económicamente y demográficamente, los mismos moradores le daban mantenimiento a los caminos de recuas existentes para la época. Como el lugar no contaba con escuela los hermanos Barone tenían conocimiento de un paisano que vivía en San José de Palmira (jurisdicción para el momento del Distrito Miranda  del Edo. Mérida), se llamaba Fulvio Tancredi, era joven y tenía todas las condiciones de aprendizaje porque había estudiado en la Universidad de Pisa (Italia); no pudo graduarse por circunstancias en su vida sentimental,  era oriundo de Génova del mismo país, era el motivo del llamado para que diera clases en la referida aldea, lo cual aceptó la propuesta que le hizo por escrito don Alejandro Barone. Los hijos de don Pancho: Angelina y Vicente habían estudiado la preparatoria y Francisco el kindergarten en el poblado de Jajó, el resto de los hijos estaban muy pequeños.

Fulvio Tancredi utilizaba un método que les permitía a sus alumnos avanzar, muchos sacaban la primaria con notas sobresalientes. Por ejemplo Alejandro Barone (hijo) era el que encabezaba el grupito de los sobresalientes en los exámenes finales. El maestro vivía en casa de la familia Barone (hacienda Los Limones) en los tiempos libres le daba clases a Alejandrito y a José Duilio materias de primero y segundo año de bachillerato, esto como una excepción. Lastimosamente Alejandrito falleció aun siendo joven.

Tenemos que exponer aquí, algunos datos o detalles tratados en esta semblanza tiene algo de similitud con la don José Duilio Barone Simancas, ya que en una ocasión hablamos de este personaje, y que sirve de complemento para nuestros lectores.

Cuando don Francisco o Pancho Barone falleció el primero de junio de 1910, a las 4:00 a.m., en San Cristóbal de Torondoy, a consecuencia de una neurisma (aneurisma); tenía apenas 58 años de edad. Su hermano don Alejandro le enviaría un telegrama a Francisco Barone (hijo) que residía en la ciudad de Mérida, también estaba con él, José Duilio Barone. Muchas personas al enterarse fueron hasta la casa donde residía los hermanos Barone para mitigar un poco el dolor que los afligía. Queremos señalar que Francisco Barone (hijo) se había casado con la bella dama Florinda, sobrina del general Joaquín Garrido, quien fue militar y político, este personaje había participado en varias campañas como la Revolución Azul (1868-1872), la Revolución Restauradora de Cipriano Castro (mayo de 1899), así como también en varias batallas: Cordero (28/6/1899), Tovar (6/8/1899), Parapara (26/8/1899), entre otros. Como ministro de guerra y marina, dirigió las campañas de Carabobo, Cojedes, Aragua, y Guárico, librando los combates de Tinaquillo, El Naipe y Flores contra los ejércitos de la Revolución Libertadora (19/12/1901- 22/7/1903). Fue gobernador del Distrito Federal  (1902-1903) y comandante de armas de la misma entidad dos veces en los años siguientes hasta su muerte, ocurrido el 15/3/1906 en Caracas.

Volviendo con Florinda, pues ella se había formado en Caracas, era profesora de música y había aprendido de escuela a tocar la guitarra y el piano, vivía con su madre llamada también Florinda (era profesora de música) y su tío Joaquín Garrido. Al tiempo cuando ocurrió el fallecimiento de su madre y luego su tío (el 15/3/1906), la bella dama se fue para la ciudad de Mérida, su terruño, donde residían otros familiares. Posteriormente Florinda, que estamos seguros que su apellido era Garrido, estuvo de paseo en San Cristóbal de Torondoy, allí conocería a quien sería su eterno amor, Francisco Barone (hijo).

En conclusión tenemos, que la familia Barone así como muchas otras más, desinteresadamente ayudaron avanzar esta pequeña población de San Cristóbal, que apenas era una aldea, pero con el avance progresivo de este y la manifestación de todos los pobladores lograron llamar la atención a las autoridades municipales y del estado, para que la aldea ascendiera a municipio foráneo dependiente del Distrito Torondoy, así ocurrió un 17 de marzo de 1910. Se establecería por primera vez la Junta Comunal Parroquial, el Juzgado y la Jefatura Civil. Poco a poco se fue conformando el área de población, la construcción del templo, la casa municipal, la plaza Bolívar, su calle principal, entre otros. Por su puesto la principal economía era el café, producto exportador para los países europeos, principalmente Alemania; de hecho en Maracaibo existía una casa comercial relacionada con Barone Hermanos. La inmigración de extranjeros a nuestro país Venezuela, en especial el poblado de San Cristóbal de Torondoy permitió la introducción de maquinarias innovadoras para un mejor tratado del cultivo de cafeto, así como también plantas hidroeléctricas, de vapor, cilindros, trapiches, entre otros; como lo hizo don Juan Schüssler nacido en este poblado pero de padres alemanes, no tan solo a este, sino también a la misma villa cabecera de Torondoy, cuyas innovaciones hoy en día son algunas chatarras; bueno lo poco que se ha conservado. También hay que destacar aquellos extranjeros que entregaron su vida por una buena causa, la independencia de Venezuela, convertidos en célebres próceres de nuestra patria chica.

Adicionalmente tenemos que hablar de Paula Villamizar, porque tuvo que ver con la familia Barone, ella era la criada de la casa desde que la familia residía en el poblado de Jajó. Cuando don “Pancho” Barone tuvo aquel incidente fatal de que la casa se consumía en llamas y su esposa Cleotilde Simancas pereció en el lugar, era un 27 de mayo de 1894. Sería entonces Paula Villamizar la que se encargaría de criar al bebé José Duilio, con apenas cuarenta (40) días de nacido; como lo mencionamos anteriormente se salvó de milagros. Al poco tiempo cuando los hermanos Barone decidieron trasladarse para el poblado de San Cristóbal de Torondoy, allí iba también Paula, dándole todas las atenciones especiales al bebé de brazos y al resto de la familia. Incluso, cuando José Duilio Barone Simancas casó con Dionila Rodríguez en el poblado de San Cristóbal de Torondoy, la señora Paula Villamizar decidió acompañarlos por muchos años más hasta que ocurrió su deceso; posiblemente murió en Caracas en la residencia de la familia Barone Rodríguez.

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JOSÉ MANUEL DELGADO

Nació en Torondoy un 3 de marzo de 1921, era hijo natural de María Angélica Delgado Olivares (nacida también en Torondoy el 18/02/1897, ya difunta). Quizá uno de los personajes que repercutió en el siglo XX en cuanto música se refiere como cultor artístico del entonces gran distrito Justo Briceño, actual municipio Justo Briceño del Edo. Bolivariano de Mérida. Su formación educativa lo tuvo en la misma jurisdicción en la Escuela Federal de Varones regentada desde sus inicios por su abuelo don Bartolomé Delgado en la última década de 1890. Era costumbre que los niños fueran acompañados por sus padres en los actos religiosos del templo parroquial San José de Torondoy; lugar en donde seguramente José Manuel le llamó la atención el armonio que tocaban para amenizar las misas dominicales, instrumento musical que sería su dominio posteriormente para acompañar en adelante como corista en los eventos religiosos.

Su madre María Angélica Delgado se había casado con Guillermo Combita el 29 de abril de 1923 acto civil celebrado por el presidente del Ayuntamiento Municipal del distrito Torondoy. Posteriormente habrían vivido un tiempo en la ciudad de Timotes (Mérida). En esa unión conyugal procrearon a María Antonia Combita Delgado, nacida en Torondoy un 18 de junio de 1924 pero falleció prematuramente (el 01/12/1926),  posteriormente la pareja se divorciaron el 24/05/1944. Nos relata don Liévano Briceño que Guillermo Combita era hermano natural de Eugenio Parra esposo de Bárbara Antonia Rangel, sus suegros, ambos difuntos.

José Manuel Delgado contrajo matrimonio civil con Ramona Briceño el 7 de marzo de 1958, los casó Ángel Díaz Prefecto Civil de Torondoy y su Secretario Liévano Antonio Briceño (sobrino de José Manuel), como Ramona Briceño era menor, tenía apenas 14 años, la representaría Julieta Briceño de Castellanos, ya que vivía en su casa y le ayudaba en los quehaceres del hogar; Ramona era natural de Palmarito (municipio foráneo Independencia, del Distrito Justo Briceño) actualmente jurisdicción del municipio Tulio Febres Cordero del Estado Boliv. Mérida. Aunque en el acta de defunción de José Manuel Delgado se menciona que su esposa Ramona Briceño era natural del municipio Heras del entonces Distrito Sucre del Estado Zulia. Lo cierto del caso que de esta unión conyugal nacerían: Herlis Saúl, Manuel Enrique y Angelis Ramón. También es cierto que tuvo un hijo natural fuera del matrimonio, él se llama Juan Bautista Rangel, además esta persona nos comenta que supo de su parentesco ya formado, y siempre lo admiró en la forma como tocaba el armonio todo los domingos, conserva una foto de su padre que gentilmente nos permitió escanearla para la semblanza. De manera que todavía tiene comunicación con sus hermanos, que por cierto viven en la ciudad de Caracas.

José Manuel Delgado había adquirido una destreza extraordinaria en su vida privada, además del dominio del armonio de una manera innata con tan solo observar y escuchar, también aprendió a tocar la guitarra y el cuatro. Aportó a la vida pública en la jurisdicción, el 10 de noviembre de 1958 fue nombrado maestro N°2 para el Centro de Cultura Popular que funcionaba en Torondoy, lugar en donde aplicaría sus conocimientos a los alumnos que incursionaban al arte musical. Oficio también ejercía en la talabartería de Crisoido (Pepe) Cuevas Mendoza como fabricante artesanal de cotizas.

Otros cargos que ocupó José Manuel fue: secretario de la Prefectura de Piñango durante los periodos 28/08/1942, 24/01/1950 y 16/05/1951. Sub-secretario del Concejo Municipal del distrito Justo Briceño las siguientes fechas: 9/03/1942, 1/01/1943 y el 14/08/1943. También como secretario del Juzgado del distrito Justo Briceño el 14/05/1943 hasta 1944. También aparece como secretario accidental del Concejo Municipal del distrito Justo Briceño en 1957.

El corista de la iglesia así lo conocía los habitantes a José Manuel Delgado, tocaba el armonio en el templo parroquial, en las capillas de El Jumangal, El  Cogollal y eventualmente en Mucumpís (jurisdicción de Torondoy). El amigo ingeniero forestal Rodrigo Cadenas menciona que José Manuel tocaba muy bien el armonio, era costumbre que en los meses de diciembre lo hacía sobre todo en el templo parroquial “San José”, así como también tocaba muy bien la guitarra; le gustaba cantar rancheras de Antonio Aguilar. Además nos agrega para esta semblanza que otras personas de la época también colaboraban en el templo parroquial como: Luis Alfonso Corredor, tocaba el armonio, Liévano Antonio Briceño y José Trinidad Parra eran coristas, los monaguillos estaban los hermanos Isaías y Emilio Moreno, Alfonso Ramírez, Rodrigo Cadenas y Antonio Parra, el sacristán era Eugenio Parra y, Expedito Bastidas Molina se encargaba del incensario. Indagando más con otras personas nos encontramos que José Martín Uzcátegui, fue corista, supuestamente estudió en el Seminario de San Buenaventura de Mérida. Aún más, según Ernestina Salcedo Pizani en su libro NOL (1974) cuenta que en el poblado de San Cristóbal de Torondoy existía un señor llamado Eloy Pérez, era el boticario y también tocaba el armonio. Eventualmente también había un señor llamado Juan Ramón Pérez tocaba el armonio en las iglesias de Mucuchíes y Torondoy, su primogénita. Se tiene también como evidencia que en los actos especiales de la Firma de la Independencia celebrado por el Ayuntamiento Municipal del Distrito Torondoy del 19 de abril de 1911 el señor Pedro Pascual Gil era corista, tocó y fue acompañado por otros músicos con violines, el recordado Pbro. Bernabé Vivas párroco de la Parroquia Eclesiástica San José de Torondoy (1908 – 1921) realizaría la misa de Acción de Gracia, al final intervino también Bartolomé Delgado (padre de María Angélica Delgado). Después del fallecimiento de José Manuel Delgado, don Liévano Antonio Briceño quedaría como corista del templo parroquial por un tiempo.

María Angélica Delgado se incorporaría a la cofradía de Nuestra Señora del Carmen en 1915; fundada ésta el 15 de junio de 1910. Posteriormente perteneció a la Fraternidad de San Francisco de Asís, conformada el 4 de mayo de 1980. Cabe recordar que doña María Angélica era hija de Bartolomé Delgado, distinguido personaje de la municipalidad durante las últimas décadas del siglo XIX y parte del XX, como mencionamos anteriormente preceptor de la primera escuela que funcionó en Torondoy (Escuela Federal de Varones) predecesora a la que es hoy Unidad Educativa Bolivariana “Briceño Méndez”; su madre se llamaba Amelia Olivares. Una evidencia clara de que su hijo José Manuel se integrara inicialmente a las actividades sociales religiosas. De hecho todos los domingos cuando pasaban los actos religiosos era remunerado con 15 hasta 20 bolívares, pago que le hacía el mismo cura; esto muchas veces lo realizó durante la estadía acá en la parroquia  del Pbro. Felipe Santiago Jerez González (1942 – 1955). Ambos emprendían aquel largo camino de recuas para visitar las iglesias filiales de San Cristóbal de Torondoy y Piñango, evento que hacían cada 2 ó 3 meses.

José Manuel Delgado, el corista, murió a causa de una neoplasia maligna o enfermedad de Hods King, en la población de Torondoy el 10 de agosto de 1965, apenas tenía 44 años de edad, pero no fue impedimento para él donde perfiló ese don de saberes que lo caracterizó como: músico, corista, maestro, servidor público, talabartero, hombre social y padre de familia, en donde quiera que se encuentre gracias por todo lo que hizo en su terruño, nos llena de satisfacción al incluirlo en nuestras semblanzas, agradecimiento infinito a las personas que se interesaron en dar su aporte para seguir atesorando el pasado histórico de nuestra cultura patrimonial de la jurisdicción, seguimos en esa lucha de caminos.
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MARÍA ELVIRA QUINTERO RAMÍREZ

Nació en el caserío de “El Jumangal” jurisdicción del hoy Municipio Justo Briceño del Estado Bolivariano de Mérida, el 18 de enero de 1927. Hija legítima de Epifanio Quintero y de Cipriana Ramírez (ambos difuntos). Proveniente de una familia humilde y trabajadora del campo. Aunque ella alegaba que había nacido en el poblado de Piñango, antiguo municipio foráneo de Torondoy, que al poco tiempo sus padres se mudarían para dicho caserío.

A la edad de 18 años pasaría a formar parte de las socias del Santísimo Sacramento del templo parroquial San José de Torondoy (cofradía fundada el primero de enero de 1930), también se integraría a las socias de la Virgen del Carmen (cofradía fundada en 1910 y refundada el 15 de julio de 1979 por el Pbro. Francisco José González Valero) y posteriormente a la Fraternidad de San Francisco de Asís (fundada el 4 de mayo de 1980, el acto solemne fue presidido por el Excelentísimo Señor Arzobispo de la Arquidiócesis de Mérida; Miguel Antonio Salas y el reverendo cura Párroco de esta población Francisco González Valero, el Hermano Arnaldo Montilla (hijo de Torondoy) Director de la Escuela Franciscana y dos hermanos Ministros provenientes de la Tercera Orden Franciscana de Mérida); esta última desaparecida. Es decir, que fue una dama católica, siempre estaba presente en cualquier evento religioso y mantuvo esa devoción y tradición de realizar el pesebre para la Natividad del Niño Jesús, como es costumbre en la región andina y, su posterior paradura cantada, en la cual invitaba para que la acompañaran con aquella alegría y entusiasmo; así era año tras año.

En la gráfica vemos a doña Elvira Quintero adorando al Niño Jesús. Fecha: 12/01/2019

A partir de los cuarenta años de edad Dios le dio un don de curar enfermedades humanas que ni la medicina moderna ha sanado, como por ejemplo mal de ojo, ataque de parásitos, cuajo, entre otros. Fue también partera, función voluntaria que realizaría desde que vivía en el caserío El Jumangal.

La señora Quintero Elvira de Jerez tenía más de veintisiete años viviendo en la hacienda La Vega, hoy día conocida como “La Rosario” propiedad del señor Orangel Delgado. Allí recurrían muchas personas con sus hijos enfermos, sin importar el día ni la hora. Posteriormente construyó su casa propia próxima a la hacienda. El primer paso que Elvira era reconocerlos primero, luego les ponía una contra, después les rezaba unas oraciones y les dama una toma especial y se curan. También doña Elvira a los niños les colocaba las aguas, como bien ella mencionaba, utilizando algunas ramas medicinales como: hierbabuena, romero, agua divina y geranio. Completado su trabajo recibía una pequeña remuneración según lo que cada persona quería aportar; si tenía alguna duda Elvira recurría a su recordado hijo Felipito y le daba la razón, era gracioso verlos secreteándose.

Como ama de casa, doña Elvira Quintero de Jerez dio a luz diez hijos, casada con José Andrés Jerez Briceño, de la unión conyugal tuvieron: Ramona, María Benita del Carmen, Antonio José, Gerardo de las Mercedes, Felipe del Carmen, Benedicto, Flor de María y Carmen Yolanda, algunos de ellos han fallecido, los otros se han ido a otros estados del país buscando otras formas de vida. Su esposo falleció el 12 de febrero de 1994, en el sector La Vega, tenía 64 años de edad, era hijo legítimo de Santiago Jerez y de María Maximina Briceño de Jerez (ambos difuntos para el momento).

María Elvira falleció el 18 de marzo de 2023, en el poblado de Changaleto jurisdicción del municipio Sucre del Estado Zulia, se encontraba en casa de su nieta, pero repentinamente le dio un ACV que le sesgó la vida; ya tenía un tiempito venía padeciendo de quebrantos de salud, recuperadita la sorprendió la muerte a la edad de 96 años. La velaron en su casa, su residencia por más de 40 años ubicada en el sector La Vega, del poblado de Torondoy. Su hogar fue en todos estos años muy concurrido por infinidad de personas que llevaban a su bebé de brazo para que doña Elvira que muy gentilmente y esa carisma los atendía, se puede decir que esos seres indefensos se salvaron en su mayor parte. Lo más importante para ella con sus oraciones y la fe puesta siempre en los Santos era que esas creaturas vivieran para que siguiera alegrando a sus padres o madres solteras, porque ese fue su don especial que Dios le dio para que ayudara al prójimo, incluso personas adultas iban que Elvira los reconocieran y los curaran. Ahora María Elvira Quintero de Jerez, se fue al Paraíso Eterno, bañada de perfumes de geranio, de romero, de ruda, de hierba santa, de unto con miche e infundia de gallina, porque ella confió en sus propiedades curativas, de seguro con esa satisfacción y misión que cumplió en este mundo terrenal, como mencionamos anteriormente, llenando de alegría a infinidad de hogares pero tristes porque se nos fue, como parte del patrimonio histórico y cultural del municipio sufre esta gran pérdida en la tradición oral y creadora, descansa en paz el alma de María Elvira.

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MARÍA ENCARNACIÓN UZCÁTEGUI DE BLANCO

Nació un 4 de marzo de 1919, en un sector poco conocido “Cogope” de la comunidad de Montero, Jajó del entonces distrito Urdaneta del Edo. Trujillo. Sus padres don Pablo Marcial Uzcátegui y doña Francisca Paula Moreno de Uzcátegui, ambos difuntos. Que por cierto esta comunidad laboriosa alguna vez la llamaron el “Pueblo de los Generales”, como lo reseñó don Duilio Barone en su magistral libro “Caminos de Piedras”. Quizás el caudillo militar Juan Bautista Araujo apodado el “León de la Cordillera” fue uno de ellos que en sus últimos años de su vida se ocupó de sus posesiones tanto en Jajó como en Tuñame y, que por  alguna razón se haya topado con la pareja Uzcátegui Moreno.

Sin ningún orden, del matrimonio de la pareja engendrarían a: Pablo, Flor, Elauterio, Antonio, Ángela, Julia y María Encarnación, esta última a la cual nos orgullece y tener la dicha de tenerla entre nosotros, abuela de quien escribe esta pequeña pero significante semblanza. El retrato de su padre, lo ha conservado muy celosamente María Encarnación en todas sus andanzas como un recuerdo muy grato de su vida pasada, de aquel hombre campesino que guerreó para levantar su familia, en medio de tanta trifulca y escaramuza civil y militar de la Venezuela de mediados del siglo XIX y principio del XX.

A la edad de 19 años María Encarnación se casaría por la iglesia con Benancio Blanco Peña, él de 23 años de edad, también natural de Jajó, hijo del primer matrimonio de José Eloy Blanco con doña Anatolia Peña, ambos oriundos de esas comarcas, de manera que correría la década de los años treinta de las nupcias, cuyo hogar inicialmente se formó en el “Cogope” sector cercano a Montero, allí nacerían: Víctor (+), José del Carmen (1941), María Elisa (1942) y María Enilda (1943).

En busca de otras oportunidades para el sostén familiar y posiblemente motivados también por José Eloy y José León Blanco, ambos hermanos; el primero padre de Benancio Blanco, quienes ya se habían establecidos desde hacía tiempo atrás en el caserío El Jumangal de la Jurisdicción de Torondoy, Estado Mérida, en la primera década de 1900. Esa llegada ocurrió en 1944 aproximadamente. En aquella época el auge del café era todavía la principal economía en estas zonas y gran parte del país; tanto así que el Distrito Torondoy llegó a ocupar el segundo lugar como productor de café en toda la región andina Merideña, causando buena impresión en Europa por su exuberante aroma y calidad del producto final, esto conllevaba también que la mano de obra provenía de afuera.

La familia luego de haber hecho todo aquel recorrido, por aquellos caminos de recuas, atravesando los páramos de Timotes y Piñango llegarían primero al sector todavía conocido hoy en día como el Alto de Miraflores jurisdicción de Torondoy; los acompañaría también María Petronila Blanco Peña, hermana inseparable de Benancio, ella ayudaba a cargar en brazos a una de las niñas; sin duda alguna era la persona más influyente en cuanto a rezos y oraciones hasta el día de su deceso. Cuando llegaron se establecieron primero por un tiempo en casa de un amigo de la familia, Catalino Linares casado con Leonarda Blanco Araujo, era prima hermana de Benancio. Al poco tiempo Benancio Blanco lograría adquirir una casa vecina del recordado cultor artístico Calixtro Hernández, quien era otro paisano.

Entre tanto María Petronila se independizó, se casó con Saturnino Dávila y vivieron por un tiempo cerca del lugar, procrearon un hijo pero falleció prematuramente, tiempo después ocurriría el fallecimiento de su esposo. De manera que su vida prosiguió en la soledad, acompañada en ocasiones por sus sobrinos en su humilde casa hasta que se mudaría para “La Travesía” sector cercano del poblado de Torondoy, allí hizo vida en la comunidad, en su trajinar de la vida se puede decir, que todos guardamos un bonito recuerdo de esta mujer luchadora, con una rectitud sobre las cosas, con una mentalidad lúcida  hasta la hora de su fallecimiento, tristemente, pero reconfortada en la fe católica, aclamándole siempre a los santos en toda su existencia, era un 22 de octubre de 1997, cuando por víctima de un derrame cerebral sucumbió en el Hospital Universitario de Mérida. Tenemos la convicción de que María Petronila, su nombre pila, o más conocida por Petra, sea merecedora de este pequeño paréntesis, en otra oportunidad tendremos la dicha de escribir más de su vida, estamos seguro de ello.

Para el año de 1945 Benancio Blanco ya ejercía el comercio industrial en su propia casa. A mediados de 1954 en una conversación que tuvo Benancio con las hermanas Dolores y Consuelo de las Mercedes Quintero Lares, quienes vivían en Lagunillas del Estado Zulia, logró negociar una finca en el caserío El Jumangal, la misma tenía cultivos establecidos, suficiente terreno disponible, pero lo más importante tenía vivienda o casona de tapial, cómoda para la familia, el costo fue por la cantidad de bolívares cuatro mil (4.000 Bs.). Además dentro de la finca ya se había construido una capilla para el culto religioso construida específicamente en 1947, dedicada a la Virgen la Milagrosa, terreno donado por las hermanas en mención. Recordemos la gran labor pastoral del presbítero Felipe Santiago Jerez González (1942 – 1955). Algo también curioso fue que la finca antes de adquirirse la misma era cuidada por la recordada pareja Cipriano Hernández y Fidelia Hernández allí habría funcionado la escuela de la comunidad regentada por las preceptoras Cira Lidia Valero, también Carmen Cadenas, nos relata un familiar de la familia Blanco Uzcátegui quienes fueron sus primeras maestras de letras. Posteriormente esta escuela pasó funcionar en la casa cural de la capilla de la comunidad. Mucho tiempo después logró tener sede propia con terrenos suficientes donados por María Encarnación, además se construyó una cancha techada de uso múltiple y aulas anexas que ameritaba su ampliación.

En 1952 Benancio Blanco sería nombrado Comisario del caserío El Jumangal de la jurisdicción de Torondoy. Entre tanto también, ampliaba su comercio, en esa oportunidad montó una bodega en el caserío de “Quebrada de Piedra” (actualmente Valle Grande, de la jurisdicción del Municipio Tulio Febres Cordero, Estado Bolivariano de Mérida), mientras que él lograba negociar la mercancía muchas veces en Santa Apolonia, Piñango, Torondoy y eventualmente en Valera, la mayoría de las veces fue Carmen Blanco, hijo mayor quien se encargaba de arriar mulas con todos los enseres comprado desde el sector de San Pedro tomando la ruta de Santa Apolonia, o también en ocasiones desde La Popita vía a Torondoy para luego retornar a su casa, transitando los caminos de recuas de noche, con sustos, tropiezos, y hasta veces con valentía; su perro de compañía en todos los recorridos fue protagonista de ello, se llamaba “Distinguido”.

El tiempo de Benancio era muy complejo, cultivaba de forma diversificada, le gustaba criar animales domésticos, de forma voluntaria colaboraba en los eventos religiosos, incluso se habla que él donó un sagrario para la capilla de la aldea vecina de Mucumpís, recorría a pie o en mula los páramos en asuntos personales, gran militante del partido COPEI, hasta por ratos sacaba miche zanjonero en la clandestinidad, sin dejar pasar por alto unos traguitos demás y pare de contar las tentaciones del diablo. Con todo ese afán, quizá soslayando que su esposa y sus hijos estaban pendientes en todos los quehaceres del hogar.

La familia poco a poco se iba siendo más numerosa, nacerían en tierras del caserío en mención: Juan Bautista (1946), María Delia Rosa (1948), José Rafael Ángel (1950); recientemente falleció en Valera Edo. Trujillo el 9 de enero de 2023, María Isidora (1952) quien lamentablemente fallecería en la ciudad de Mérida en 1978, María Ángela (1953) murió prematuramente, María Teresa (1954), José Eloy (1956) falleció prematuramente, María Margarita (1957), María de los Ángeles (1959) y Pedro Miguel (1961) su fallecimiento ocurrió un cuatro de septiembre del año 2001 en el centro clínico de Nueva Bolivia del Municipio Tulio Febres Cordero del Estado Bolivariano de Mérida.

Los partos en aquella época era experimentando el dolor humano a riesgo por la escasez de un centro asistencial de salud, el más cercano se encontraba a dos horas y media a pie por caminos reales, lo único al alcance eran las mujeres parteras o matronas, con sus experiencias prácticas lo daban todo para ayudar a traer con normalidad a ese nuevo ser que nacía. De tal manera que mujeres con ese don especial en la comunidad, recordamos a Fidelia Hernández, Florencia Montilla, Cipriana Hernández y Elvira Quintero que apenas iniciaba su oficio, casi todas ellas eran y algunas todavía hoy en día son curanderas como la señora Elvira Quintero; para curar los males comunes: como el mal de ojo, ataque de lombrices, entre otros, que hoy en día la ciencia moderna no ha conseguido cura alguna para estos tipos de males.

El tiempo corría, un día hubo un mitin político en la población de Torondoy, estaba de visita Raúl Leoni candidato por el partido Acción Democrática a la República de Venezuela. Por destinos de la vida, ese mismo día Benancio Blanco después de sus diligencias personales retornaría a su casa y sin darse cuenta que una persona conocida le haría una mala jugada, bajando apenas por el camino del sector La Cuesta, tuvo una emboscada cayendo al suelo de una pedrada, en aquel forcejeo el bandolero con su arma blanca le causaría múltiples heridas contra su humanidad, sin tener esperanza de salvarse, apenas tenía 47 años de edad, sin entrar en más detalles; evento ocurrido un 6 de octubre de 1963.

En adelante María Encarnación cumpliría el rol de madre con todo, emprende su lucha incansable, ayudado por supuesto por sus hijos. Prosiguieron en el lugar por una temporada, los hermanos varones se encargarían de las jornadas cotidianas fuertes, hasta que pronto tanto hombres como mujeres mayores salieron a realizar sus vidas. Rafael Ángel se llevaría a su mamá y el resto de los hermanos menores para Santa Elena en la ciudad de Mérida, luego para el barrio de Campo de Oro, tiempo después se trasladaron para uno de los barrios más populosos del Estado Miranda, San Blas (Petare). Con el agravamiento de salud de María Isidora o Doris como más conocida era, pues, fue difícil su recuperación, falleció en la ciudad de Mérida en 1978. Fue otro momento de dolor para toda la familia. Con este suceso retornarían una parte de la familia al barrio de Campo de Oro. En ese mismo año se mudaron para las residencias “Los Cedros” en Ejido, posteriormente para el barrio “Bella Vista” y finalmente en 1986 para la urbanización “Don Luis” de la comunidad de La Vega de la misma jurisdicción hasta la presente. En todos estos vuelcos de la vida María Encarnación estaba presente. En ese tiempo la urbanización ya se habían construido la primera y parte de la segunda etapa, que es donde se encuentra la casa o el hogar de doña María Encarnación o “la abuela”.

Todos los hijos Blanco Uzcátegui realizaron sus vidas, algunos son: comerciantes, profesionales, cultores empíricos y hasta autodidactas. Todos ellos motivan esperanzas, agradecimientos siempre puestos en el Todopoderoso, porque él es el que decide por nuestras vidas. Además, como naturaleza de la vida se ha perpetuado por varias generaciones la línea genealógica, tanto así que doña María Encarnación Uzcátegui viuda de Blanco es la cabeza por más de un siglos, en todo este tiempo se han vislumbrado once (11) hijos, cuarenta (40) nietos, cincuenta y ocho (58) bisnietos y veintidós (22) tátara nietos; y sigue creciendo.

Como mencionamos al principio, Jajó es el terruño que vio nacer a María Encarnación Uzcátegui Moreno. En medio de decaimientos de salud mantiene todavía esa fortaleza y valentía por muchas razones que ha vivido en toda su existencia hasta la presente, Dios mira para abajo y ha irradiado su cuerpo para tener ese don especial que todo ser humano no podemos alcanzar. Fuiste afortunada abuela, mamá, viejita, doña o como la queramos llamar, que Dios y la Virgen María la bendiga y se apiade; por algo siguió viviendo entre nosotros, quizá para reencontrarnos como familia que somos o estamos errando con ese dolor y sufrimiento que la aquejaba a cada momento. Hay cosas que suceden injustamente, cuando el orgullo se apodera de nuestras mentes. Parece mentiras, pero en esta fase de la vida nos damos cuenta cuando éramos niños y viene toda aquella etapa de aprendizaje, las atenciones especiales van de la mano, entre otras cosas, que son fundamentales, con la diferencia que entre más tiempo más retrocedemos en esas etapas motoras de nuestro ser. La abuela como todos la llamamos así, ya por su mente divaga sus momentos de la niñez y adolescencia, como si nos trasladara al pasado en una máquina del tiempo, aquella inocencia de su etapa la lleva aquellos lugares en donde María Encarnación recorría los campos, sus caminos bañados por el rocío en cada amanecer y su diversidad de flores silvestres aromatizantes para agarrarlas con sus manitas formando un ramillete y ponerse una flor de ricas fragancias en su pelo lacio, con aquel vestidito puesto de color blanco tiznado y en su carita el rubor del fogón para retornar a su casita de la pradera que ahúma por la chimenea, es su “Cogope” (que lo menciona con frecuencia) para encontrarse con sus hermanitos, sus padres, que por cierto, hasta hace poco todavía muy claro lo decía; cuando se le preguntaba ¡abuela! y como se llamaban sus padres, sin titubear ella respondía: “pues Pablo Uzcátegui y Francisca Paula Moreno”. Y si le pedía la bendición igual ella te la hechaba “Dios me lo bendiga”, quedaba uno fortalecido como creyente. Aquí está la mujer más aguerrida, luchadora, que combatió por más de un siglo, es decir, 104 años, y sobrevivió las adversidades de esta vida terrenal, ella es MARÍA ENCARNACIÓN UZCÁTEGUI viuda de BLANCO. Creemos que merece sus méritos, porque fue hasta hace poco un patrimonio viviente de la ciudad de Ejido del municipio Campos Elías (Edo. Boliv. Mérida), como habitante por más de 45 años, cofundadora de la urbanización “Don Luis” desde hacía 38 años; populoso sector de La Vega, su residencia en donde falleció el 8 de marzo del 2023, una casualidad conmemorando el día internacional de la mujer. Un privilegio publicar de nuevo esta semblanza que le hicimos a nuestra abuelita, por allí agregamos algunos detalles más para la satisfacción y placer a nuestros lectores.

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JOSÉ EPIMENIDES QUINTERO RANGEL

Nació el 26 de julio de 1934 en la aldea de Mucumpís del entonces Distrito “Torondoy”,  hoy en día municipio Justo Briceño del Estado Bolivariano de  Mérida. Sus padres eran: José Florencio Quintero y María Espíritu Rangel (ambos difuntos, oriundos de Mucuchíes). Su infancia y adolescencia lo transcurre  en la misma aldea en las prácticas laborales del campo y en donde estudiaría hasta el tercer grado, en compañía de sus hermanos Mercedes y Octaviano Quintero (ya difuntos).

Según la tradición oral, a la edad de 18 años un tío de José Epimenides le regalaría un violín, quien se convertiría en su primer instructor y maestro para adentrarse al arte de la música de cuerda. El aprendizaje innato de tocar un instrumento musical era y lo sigue siendo, una costumbre de la gente del campo, esa destreza se transmite en los jóvenes de despertar esa curiosidad y, más de una comunidad donde varias familias dominaba, además del violín, el cuatro, la guitarra, la bandolina, entre otros; orgullosamente podemos mencionar: los Bonilla, Castillo, Araujo, Dávila, entre otros; refiriéndonos solamente en la aldea de Mucumpís.

En 1956 aproximadamente, conocería a quien sería su amada Victoria Terán en el poblado de Torondoy, formalizando sus lasos conyugales en Mucumpís, lugar donde consolidarían un hogar procreando la mayoría de sus hijos y los demás en el poblado de Torondoy, sin ningún orden: María Grabiela, Prepedigna, Arquímedes, Leovaldo, Raimunda, María Jesús, Florentino, Adelso Antonio, Adonay Junior, Jaime Alberto y María Magdalena Quintero Terán; algunos de ellos ya han partido para la Eternidad.

En el año 1968 aproximadamente, la familia se residenciaría en casa propiedad de la señorita Angélica Rangel en Torondoy. Tiempo después se mudaron como medianeros en la hacienda “La Oficina” propiedad de don Jesús María Castillo. Allí se dedicaría a recolectar café en la época de su cosecha con todas sus bondades artesanales y el mantenimiento de la pequeña finca, además le permitía a la familia Quintero Terán que sus hijos continuarían con sus estudios debido a la facilidad y cercanía de la casa de estudio y otras áreas esenciales para su bienestar.

Don Jesús María Castillo sabía que Anita Flores, preceptora de la Escuela Graduada “Briceño Méndez” del poblado de Torondoy, estaba vendiendo su casa que recién le habían construido; era las casas rurales que se construyeron en los terrenos municipales de la hacienda “Santa Filomena”. Lo cierto del caso que don Jesús María le comentaría a su medianero para que la negociara, y así fue; corría el año 1970. La alegría de la familia vislumbraba con su hogar propio; pero triste por el deceso de dos de sus miembros al poco tiempo. Primero fue su padre José Florencio Quintero el 25 de septiembre de 1973, a la edad de 75 años. Al poco tiempo lo sería su abuelita doña María Martina Quintero Sánchez (hija legítima de Desiderio Quintero y de Natividad Sánchez, ambos difuntos) el 10 de octubre de 1973, a la edad 92 años, ambos fallecimientos ocurridos en la aldea de Mucumpís.

En 1974 José Epimenides viajaría por primera vez para la ciudad capital, Caracas, en un corto tiempo retornó y trajo consigo una cámara fotográfica que había adquirido. La misma tomaba fotos instantáneas, tanto así que el amigo fotógrafo estaba presente en momentos especiales sobre todo con su familia.

Acontecimientos importantes se estaban generando en la jurisdicción, el 19 de abril de 1974 se elige la nueva directiva del Concejo Municipal del entonces Distrito Justo Briceño, resultando favorable al ciudadano Liévano Antonio Briceño. En su primera alocución prometió obras de adelanto y progreso para el Distrito. Ya para el 22 de abril de ese mismo año, con la elaboración del nuevo Presupuesto Municipal, entró la creación del Ciclo Básico Torondoy. El 13 de junio se recibe un telegrama del profesor Ernesto Pérez Baptista, de la ciudad de Mérida, en el que notificaba que en su poder tenía los requisitos para la creación del Ciclo Básico de Torondoy. El 28 de junio el Concejo Municipal dictaría un Acuerdo creando, de esta forma, el Liceo en su Primer Año. A su vez tendría la casona (actualmente Casa de la Cultura “Don Antonio María Quintero”) ya lista donde iba a funcionar, para su inspección por la comisión de la Zona Educativa. Finalmente se recibe noticias del Supervisor Regional del Estado Mérida (Prof. Arévalo) para que entrara a funcionar el 6 de septiembre del mismo año. También días antes, específicamente el 21 de agosto, don Liévano Briceño dictaría un acuerdo para dar un voto de reconocimiento al Dr. Rigoberto Henríquez Vera, gobernador del Estado Mérida, por su progresista gestión en favor de la colectividad del municipio, por haber decretado la pavimentación de las carreteras Panamericana – Torondoy, Santa Apolonia y San Cristóbal de Torondoy y otras de trascendental importancia para el adelanto y progreso del entonces Distrito Justo Briceño.

Entre tanto y en buena ocasión para José Epimenides Quintero ingresara a la nómina de los empleados para dicha institución, gracias a don Liévano Briceño por tomarlo en cuenta; cargo que mantuvo hasta 1987. En ese mismo tiempo se sometió a una operación quirúrgica de un cáncer gástrico, con la mala noticia que era maligno.

La fortaleza siempre prevaleció en José Epimenides Quintero, como músico indagó otros instrumentos musicales  y aprendió a tocarlos como: bandolina, armonio, clarinete, acordeón, la guitarra y por supuesto el violín. A estas personas las llamamos multiinstrumentista o multinstrumentista. Lo cierto es que todo aquel aprendizaje innato, lo disfrutaba con sus amigos y familiares; en ocasiones lo acompañaría José Sabino Calderón (guitarra), Francisco Mendoza (violín), entre otros cultores artísticos de la localidad. Además aprendió a cortar el cabello, sus clientes fijos lo eran: Amado Molina y Gerónimo Hernández.

Su enfermedad que padecía lo mantuvo con vida hasta el 18 de abril de 1989, falleció en su casa rodeado de sus seres queridos, tenía apenas 55 años de edad. Fueron momentos agradables los que compartieron con este personaje de la localidad, por su cualidad, el amor de padre y su amada esposa Victoria Terán que lo acompañó en todo momento. Cuando trabajaba en el Ciclo Básico Torondoy, los estudiantes; en particular Sioly Parra, Acacio Moreno y Martín Valero (los dos últimos nacidos en la jurisdicción de Torondoy, recibirían más adelante la comunión del sacerdocio), cariñosamente lo apodaron “Epidermis” y “Epimonio”. La institución educativa le rindió un merecido homenaje, siendo director del mismo el Lcdo. Orlando Camargo, en donde todo el personal administrativo y obrero, estudiantes y comunidad en general se hicieron presentes.

Agradecemos a la joven Onerly Villasmil, nieta de José Epimenides Quintero por realizar o tomarse la gentileza de hacerle la semblanza, en su actividad de “biografías de personajes emblemáticos de mí comunidad” de la institución donde estudia, con esto nos permitió aportar también otros datos que tenemos recopilado en la Oficina del Cronista Municipal para enaltecer a la persona que hoy rendimos tributo. Queremos manifestar que los datos que aportamos aquí son fidedignos. No podemos pasar por alto a los hermanos Florentino Quintero Terán, por cedernos la foto y María Magdalena Quintero Terán por interesarse de que su padre se tomara en cuenta y lo recordáramos por su aporte que dio a conocer a la colectividad en general, de que en la vida ante las grandes dificultades todo se puede lograr con mucho ahínco y amor, un Dios se los pague.
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JULIO ANTONIO BLANCO MORENO

Nació el 12 de abril de 1948, en el sector “La Soledad” del caserío El Jumangal de la jurisdicción del municipio Justo Briceño del Estado Bolivariano de Mérida. Sus padres eran José Eloy Blanco y Rafaela Moreno, ambos difuntos, oriundos del poblado de Jajó del actual municipio Urdaneta del Edo. Trujillo. Era el último o el “tuñeco” de una numerosa familia: Cecilia, Vicenta, Gregoriana, Pablo, dos (2) angelitos o muertes prematuras, Pablos Ramón y Octaviana (todos difuntos). Su infancia y parte de su adolescencia la trascurrió en su caserío natal, formado en el seno de una familia humilde, trabajadora a las labores del campo y creyente católico. Los primeros estudios las recibió en la escuela de la comunidad, uno de sus compañeros de estudio era José Rafael Ángel Blanco, primos, lo recodaba como un joven inteligente, se aprendía muy bien las lecciones que la maestra le asignaba.

Cuando alcanzó la mayoría de edad, y como todo ser humano en búsqueda de otro porvenir y mejor su situación económica, viajaría para la ciudad capital, Caracas, motivado por su amigo de adolescencia José Eufracio González. Ya su amigo Eufracio tenía tiempo sacando fotos instantáneas en el Parque del Este, por la practicidad y facilidad del trabajo Julio Antonio se interesó también en comprarse una cámara fotográfica, marcando desde momento en el personaje que cualquier visitante al parque buscara de sus servicios para retratar para siempre en una fotografía a muchas personas provenientes de los alrededores de la capital y del interior del país, incluso de visitantes extranjeros.

Este parque inicialmente fue creado mediante decreto N° 491 del 17 de mayo de 1950 como el epónimo “Parque Nacional del Este” y se declaraba obra de utilidad pública su construcción y acondicionamiento. El inmueble ubicado en el municipio Leoncio Martínez del entonces Distrito Sucre del Estado Miranda, tomando los terrenos de la hacienda “San José” propiedad de la sucesión Díaz Rodríguez; el fundo “La Casona” propiedad del señor Alfredo Brand; el fundo “La Carlota” propiedad reserva de la Nación (sus linderos de conformidad al Decreto N° 449 de fecha 17/3/1950), para un total de 64 hectáreas, este decreto del bien inmueble fue publicado en Gaceta Oficial N° 23232 de fecha 24/5/1950, bajo la Junta Militar de Gobierno de Carlos Delgado Chalbaud.

Posteriormente el lugar de esparcimiento público capitalino, se habría inaugurado un 19 de enero de 1961 en el gobierno de Rómulo Betancourt presidente de la República de Venezuela, con el nombre “Parque Rómulo Gallegos”. En 1983 se le cambiaría por el de “Parque Rómulo Betancourt” y en el año 2002 pasaría a llamarse “Generalísimo Francisco de Miranda”.

Muchas personas recurrían al lugar, en especial familiares, amigos y desconocidos al parque del Este, acudían a “Julito” como cariñosamente lo llamaban, para saludarlo y por supuesto les tomara la foto, ya sea individual o familiar. Los fotos a color o blanco  negro, pues era una preferencia de la persona interesada, las de color valía cinco (5) bolívares y las blanco y negro solo tres (3) bolívares. A los niños les tenía un caballito de madera para que se montaran y salieran en la foto, de hecho mandaba hacer los negativos en telescopio visor que era muy común en esa época.

Cabe mencionar que don Manuel González, padre de José Eufracio y Cruz González, trabajaba de vigilante en el Hospital Vargas, de lunes a viernes. Los fines de semana los hermanos González se iban también para el Parque del Este a tomar fotos a las personas que recurrían a sus servicios. De manera que también Julio Antonio Blanco estaba allí presto. Como también se les uniría otro paisano Urbano Monsalve (oriundo del caserío Los Toritos, de la jurisdicción de Torondoy).

Los años transcurría y “Julito” Blanco cada vez más comprometido con su trabajo. De manera que muchos visitantes al parque recurrían al hombre con la cámara que estaba parado en la entrada para que les tomara unas fotos para el recuerdo; además del saludo su cámara los captaba para el recuerdo. Un ejemplo de ello es la foto que consignamos a continuación.
En la foto: María Delia Rosa Blanco Uzcátegui con su hijo Rafael Pulido, año 1973

Constantemente visitaba a sus familiares en el poblado Torondoy, en donde más adelante se enamoró y casó con María Gregoriana Blanco Franco el 10 de septiembre de 1976. Fruto de aquel matrimonio nacerían: Coromoto, Alberto y Yolimar.

“Julito” Blanco en los años siguientes estaría realizando su trabajo en la ciudad capital, pero debido a la distancia de su familia, decide retornar a su terruño, esta vez al trabajo de la agricultura como lo haría en su infancia y adolescencia. Con su joven esposa se dedican a cuidar una hacienda de café y frutales menores llamada “El Paramito” ubicada en el caserío El Guayabal, Torondoy.

Pasaban los años y “Julito” dedicado a las faenas del campo. Cuando venía la cosecha de café se lo vendía en baba al recordado amigo y paisano Mateo de Jesús Monsalve, comerciante, que también tenía su bodega de víveres en el poblado de Torondoy. El pago lo hacía bien fuera en efectivo o también en ocasiones se llevaba su mercadito para su casa. Una particularidad de “Julito” llevado por la tentación caía en el vicio del licor, esto trajo como consecuencia la ruptura de su matrimonio; también no le podía faltar su caja de cigarrillos en el bolsillo de la camisa, sin pensar que esto también le traería más adelante daños irreversibles a su salud. También a “Julito” Blanco le gustaba incorporarse con los muchachos en los juegos tradicionales como bailar trompo, muy típico de la zona andina e incuso él mismo tenía una facilidad de elaborarlo, tomaba un trozo de madera de naranjo y los hacía de forma artesanal a mano.

Su vida se convierte en nómada, en muchas partes del país dejaba sus amistades y amigos. Algunos lugares que podemos recordar como: Valle Grande de la jurisdicción de Nueva Bolivia del Edo. Mérida, su Caracas entrañable, en la parroquia El Valle donde vivía su paisano Américo Briceño (familia de los hermanos Joaquín y Amable), en Charallave del estado Miranda, en la vía que conduce al poblado de San José de Palmira (jurisdicción del municipio Julio César Salas, Arapuey) y Santa Ana de Trujillo, su última morada.

Al enterarse su familia (sobrinos y hermana Octaviana) de que “Julito” estaba muy delicado de salud, tomaron la decisión de traérselo y recluirlo en el hospital de Caja Seca, municipio Sucre del Edo. Zulia, porque presentaba un cuadro de desnutrición bastante avanzado, pero lastimosamente falleció el 31 de mayo de 2014, a la edad de 66 años, y fue sepultado en el cementerio municipal de Torondoy.

Se fue “Julito” Blanco quizá un poco distanciado de su familia durante todo su recorrido en la vida que tuvo, pero reconfortado en la gracia de Dios, estamos seguros que nos dejó esa experiencia de amigo, de hermano, de aquel productor del campo, de fotógrafo empírico allá en la ciudad metrópoli de Caracas, en donde una gran parte de la población local, del interior del país y digamos que hasta del exterior. Allí están las fotos o retratos mejor guardados en los álbumes familiares de un momento de nuestras vidas, gracias a Julio Antonio Blanco Moreno y también de su amigo y paisano José Eufracio González quien también partió para la eternidad el 27 de junio del 2021 en la ciudad de Valera del Estado Trujillo; quien fue funcionario público en la jurisdicción de Torondoy, que en otro momento hablaremos de este personaje.

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