Miguel Ángel Millán Borges
Nació en Irapa del entonces Distrito Mariño del Estado Sucre, el 29 de noviembre de 1944. La educación primaria la realizó en la escuela “Socony Mobil”, Anaco del Estado Anzoátegui, en 1958. La secundaria en el Liceo “Santos Luzardo”, Anaco del Estado Anzoátegui, allí obtendría el título de Bachiller en Humanidades (1964) y Bachiller en Ciencias (1968). La educación universitaria, realizaría primero dos semestres en la Universidad de los Andes (Mérida), también dos semestres en la Universidad Central de Venezuela, y en la UPEL-IMPM obtendría la licenciatura en Educación Completa (1993).
Entre las labores profesionales han sido diversos: Docente en la Escuela Unitaria “Los Nevados” Estado Mérida (1967), docente en la Escuela Nacional “Briceño Méndez” de Torondoy, Distrito Justo Briceño del Estado Mérida (1968), fue Secretario Accidental del Concejo Municipal del Distrito Justo Briceño (19/4/1975), Director de la Escuela Nacional “Briceño Méndez” de Torondoy, Distrito Justo Briceño, Mérida (1973-1977), docente en la Escuela “Monseñor Jáuregui”, de Ejido, Distrito Campo Elías del Estado Mérida (1975-1978), docente en la Escuela “Artesanal”, en Anaco Estado Anzoátegui (1978-1980), profesor del programa Intercultural Bilingüe etnia Kariña Tascabaña del Distrito Freites del Estado Anzoátegui (1983-1984), Director de la Escuela “Bicentenario”, en Anaco, Anzoátegui (1981-2005) y profesor de la UPEL, en la materia de Adquisición y Desarrollo del Lenguaje, en Anaco (Anzoátegui), un semestre (2000).
Sus últimos años de vida del licenciado Miguel Millán las pasó en Anaco del Estado Anzoátegui. Además era casado con Marisol de la Paz Briceño Parra, oriunda de Torondoy, hija legítima de don Liévano Antonio Briceño y de Olga Margarita Parra, ya fallecida, y de este matrimonio tuvieron cinco hijos. Gracias por todo de lo que nos dejó, sus enseñanzas y experiencia de vida; que gran parte la compartió cuando estuvo en Torondoy. Falleció el 3 de noviembre de 2023. El profesor Millán fue uno de nuestros biografiados en el libro Semblanza de Torondoy (2012) de la autoría del Cronista Municipal, fue un honor platicar con él en el momento oportuno, que el Todopoderoso lo tenga en su Santa Gloria.
MARTÍN DE JESÚS SALCEDO JEREZ
Mejor
conocido como “Martincito”, nació en el caserío El Jumangal, jurisdicción de
Torondoy (Edo. Bolivariano de Mérida) el 10 de noviembre de 1926, hijo legítimo
de José Indalecio Salcedo Villarreal y de María Camila Jerez. Fue confirmado en
el templo parroquial de San José de Torondoy en el año 1931, su padrino se
llamaba Ismael Peña. Don Indalecio Salcedo era oriundo de Piñango (antiguo
municipio foráneo del entonces Distrito Justo Briceño); actualmente del
municipio Miranda, era hijo legítimo de Juan de la Trinidad Salcedo y de Andrea
Villarreal. Su juventud lo pasaría en la aldea espontánea “El Cogollal”
trabajando en las haciendas de la época floreciente, donde la mayoría
cultivaban caña de azúcar y el cultivo de cafeto. Al poco tiempo conocería a María
Camila Jerez con quien contrajo matrimonio. Nuestra investigación nos llevó a
confirmar que María Camila o Camila Jerez había contraído matrimonio primero
con Juan de la Rosa Albornoz y tuvieron los siguientes hijos: José Lucas Evangelista (n. 18/10/1910); María
Candelaria (n. 26/01/1913) y María Guillermina (n. 29/07/1915), según los
registros obtenidos estos nacimientos se produjeron en el poblado de Torondoy,
lugar donde la pajera al parecer pernotaban.
En la
segunda unión conyugal de María Camila Jerez con José Indalecio Salcedo
nacerían: María del Carmen (n. 14/09/1920); María Onésima (n. 16/03/1922); los
trillizos José del Carmen, Desiderio y Santiago (n. 24/05/1925); Martín de
Jesús, nuestro homenajeado en esta semblanza; y María Justina (n. 01/08/1930).
Los lugares de estadía de la pareja estuvieron en: El Cogollal, Jumangal, Mesa
Grande (sector parte alta del caserío El Jumangal) y los trillizos que nacieron
en el poblado de Torondoy, posiblemente por ser un parto de alto riesgo
pernotaron por un breve tiempo mientras se cumpliría la dieta. Aunque también
esta pareja viviría en el sector Bella Vista del caserío San Rafael de la
jurisdicción de Torondoy, como también se conoce por tradición oral que
Indalecio Salcedo le gustaba acompañar en los cantos de paraduras.
Por
tercera vez se casería Indalecio Salcedo, esta vez con María
Rafaela Moreno
Barrios, el 20 de diciembre de 1954 por la Prefectura de Torondoy, María
Rafaela, era viuda; casada anteriormente en segunda nupcias con José Eloy
Blanco González, ella era natural de Jajó, Edo. Trujillo, hija de Altagracio
Moreno y de Carolina Barrios. María Rafaela y José Eloy eran los padres de
Octaviana Blanco Moreno, última ésta de nueve (9) hermanos (Cecilia, Vicenta,
José Ramón, Gregoriana, Pablo, Pablos Ramón, Ramona y Julio o “Julito”), quien
posteriormente sería la esposa de “Martincito”. De la unión conyugal de
Indalecio Salcedo con María Rafaela Moreno no procrearon. Se nos viene a la
mente quien escribe esta semblanza y como pariente por parte de María Rafaela,
que esta pareja vivía para el momento en el sector “El Guayabal”, Indalecio
padecía de quebrantos de salud, su fallecimiento ocurriría a mediados de los
años setenta.
La
juventud de “Martincito” fue en un vaivén entre las comunidades vecinas que
mencionamos anteriormente, las prácticas de las labores del campo fue constante
en mutua ayuda con los padres que lo formaban. Una particularidad de él era que
le gustaba criar gallos finos, bien fuera que los vendía como también los
jugaban en las peleas de gallos. Hay una anécdota poco conocida con la venta de
un gallo que hizo, fue que el comprador, cuyo nombre nos reservamos, empezaría
a ganar cada vez que echaba a pelear el gallo y, así fue por un largo tiempo;
quizá la suerte rondaba para otros y no para nuestro recordado amigo
“Martincito”.
En la
estadía que tuvo “Martincito” en el caserío El Jumangal conocería a su
recordada y amada Octaviana Blanco Moreno. Pronto jurarían fidelidad en la
Prefectura Civil de Torondoy, un 27 de mayo de 1960 y ante el Altar de Dios.
Como lo mencionamos en una ocasión cuando leímos la semblanza de Octaviana
Blanco Moreno, en este mismo lugar, su casa, comenzaba una nueva etapa para
ambos. El hogar que construyeron se iniciaría primero en el sector conocido
como “La Chispiosa” del mismo caserío. El ahora esposo con la madurez que
tenía, además de la agricultura, a pesar de que no tenía ningún grado de
instrucción escolar, era cultor, había aprendido la habilidad de tejer
canastos, esteras y manare, los vendía para el sostén familiar. También
aprendió a tocar el cuatro y cantaba en las paraduras como acompañante,
incursionado por su padre, católico, muy devoto de San Benito de Palermo quien
acompañaba también en los rezos o llamados “chimbanqueles”. Otra anécdota era que
siempre en los días antes de la Semana Mayor se iban “Martincito” y su padre
Indalecio Salcedo para el caserío de Monte Aventino, allí trabajaban en una hacienda
como jornaleros que al final del trabajo les pagaban cinco (5) bolívares, en su
retorno, en Santa Apolonia compraban el pescado salado y otros enseres
necesarios para el sostén del hogar. Con este afán estuvieron por varios años,
haciendo el mismo recorrido a pie.
Al
poblado de Torondoy la familia Salcedo Blanco llegaron aconsejados por Julio
Blanco Araujo, él negoció o compró una casita que tenía el señor Dimas López en
“La Travesía”; aunque la familia llegaría primero a la casa de don Porfirio
Moreno ubicado en el mismo sector. La condición de la casa que proponía Julio
Blanco era que se la pagaran poco a poco, con el trabajo por supuesto de
“Martincito” y así ocurrió.
En fin,
Martín de Jesús Salcedo le tocó seguir en la lucha constante para la levantar a
su familia que cada vez eran más, en total once hijos, diez de ellos viven: María Antonia, Gerarda, Pedro,
Hermes, Auxiliadora, Jesús del Carmen, Coromoto, Luis Miguel, Eduardo y María
Eugenia. Como mencionamos en una oportunidad en este mismo sitio, cuando
leíamos la semblanza de su recordada esposa Octaviana Blanco de Salcedo, el
cambio de lugar para el grupo familiar fue fundamental reconfortando a todos
con servicios básicos como: educación, salud, alimentación, un espacio más
digno por así decirlo. La popularidad de “Martincito” se fue acrecentando en
todo el poblado por su sencillez, lo alegre y carismático, de buen
temperamento, su cordialidad era casi para todos, porque allí estaba él
saludando y, de fiestas populares en la calle ni para que decirlo, allá estaba
el hombre del sombrero bailando una pieza con una dama o muchacha y no la
saltaba porque ese era su hobby. También sacaba de su tiempo para Dios porque
siempre asistía a las misas dominicales y recibiendo la comunión. En el hogar
había creado junto a su grupo familiar la tradición de hacer el pesebre con su
respectiva paradura del Niño Jesús, que bien una gran parte de la población
acompañaba, momentos inolvidables los tendremos guardados celosamente en
nuestras mentes justo aquí en este hogar que aconteció una gran parte de las
andanzas de esta pareja, en especial al homenajeado “Martincito” quien partió a
la Eternidad el pasado 11 de julio del presente año (2023), a la edad de 96
años. Por su creación individual y colectiva, fue y será siempre un patrimonio
cultural del municipio Justo Briceño, así lo declaro como veedor de la historia
local.
SIMÓN WENCESLAO BELLO
Nació el 28 de septiembre de 1937 en la parroquia
San Juan del Municipio Libertador, Caracas. Hijo de doña Catalina Bello, quien
engendraría en total seis (6) hijos, una de sus hermanas ya falleció. Su padre
se llamaba Santiago, pero murió muy joven.
Estudió en la “Diego de Losada” en Caracas hasta
sexto grado. De ahí pasaría a la “Matin jota Sanabria” y, luego pasaría en la
Escuela Andrés Eloy Blanco en Propatria, donde sacaría el tercer año. Para
luego ingresar como instructor a la Universidad Central de Venezuela (U.C.V.), ya
que era el requisito mínimo que le exigían, porque ya Simoncito había estado
como técnico cuando estudiaba en segundo año y estaría en varios equipos de
beisbol en el Distrito Federal.
Su motivación al beisbol comenzó a la edad de ocho
años, donde estuvo en juveniles, luego amateur, clase A y doble AA y
posteriormente se dedicaría a técnico, porque su ambición era llegar a
profesional, pero con el inconveniente era que en esa época las personas de
estatura baja, era raro el que firmaba profesional, cuya exigencia era de 1,78
de alto. Sin embargo, su tamaño no fue problema, le permitió jugar en varias
categorías doble AA en la liga de Los Teques y jugó clase A alrededor en doce
equipos. De aquella experiencia de trabajo, conoció a un señor millonario Luis
Carratú dueño de un equipo de ahí salió un segunda base, nos referimos a
Gustavo Gil que jugaría segunda base de los Indios de Cleveland (EEUU), el
grandeliga venezolano con una gran trayectoria en el beisbol y que
desafortunadamente falleció en Estados Unidos (Phoenix, Arizona) víctima de un
paro respiratorio el 8 de diciembre de 2015.
Corría el año 1956 aproximadamente, cuando muchos
de los compañeros de Simón Bello quedaron jugando la categoría Amateur acá en
Venezuela, mientras que Gustavo Gil jugaba la categoría triple A y dio salto a
las grandes ligas, quien a su vez era segunda base del equipo de Magallanes.
Posteriormente el maestro Gil jugaría con los “Marineros de Seattle”.
En 1971 parte de los integrantes del equipo al que
pertenecía Simón Bello tuvieron la oportunidad de jugar en el mundial de Chicago, aunque él no pudo asistir, recuerda
que estaba presente Dámaso Blanco (ex-beisbolista venezolano estuvo con los
“Gigantes de San Francisco” entre 1972 – 1974, en Venezuela jugó con los
Tiburones de La Guaira, Leones del Caracas y los Navegantes del Magallanes, posteriormente
se dedicó como comentarista deportivo en televisión y otros medios de difusión) y otros compañeros que no recuerda en este
momento sus nombres.
Ya como técnico especializado, Simón trabajó con la
selección de Venezuela en las competencias internacionales como: en los Centroamericano,
en los Bolivarianos en Ecuador (1982) donde fueron campeones, de ahí otros
compañeros suyo dieron salto profesional entre ellos Jesús “Chalao” Méndez
(debutó en los Tigres de Aragua, firmó con los de “San Luis”, EUA), Hilario
Pacheco center fielder de los Tiburones de la Guaira, entre otros.
Posteriormente viajaría con la selección para Puerto Rico para participar en
los juegos Panamericanos (en 1979) allí acompañó a Pompeyo Davalillo (fue
jugador y mánager de béisbol profesional venezolano, debutando con el
Cervecería Caracas, jugó para el Leones del Caracas, debutó en las mayores con
los Senadores de Washington en 1953). Ese mismo año, 1979, viajaron para
Medellín para participar en los Juegos Centroamericanos. Posteriormente
viajaron a la ciudad de Fort lauderdale (EUA), donde Simón Bello era jugador de
segunda base. A su regreso a Venezuela Simoncito jugaría como clase A en varios
equipos, donde se ganaría más de 20 trofeos.
De manera que Simoncito, como cariñosamente le
decimos se ha ganado el aprecio de muchas personas, tuvo una agenda muy
apretada que en su parte sentimental se descuidó un poco, no procreó hijos con
las pocas parejas, su madre veía que todos sus hijos se casaron y tuvieron
hijos, Simón no, porque siempre la escusa de él era que no tenía tiempo y que
tenía muchos compromisos de trabajo, muy aferrado a su deporte, así lo afirma.
Trabajó de recogebate en el béisbol profesional,
fue cátcher de práctica con los
Tiburones de la Guaira, estuvo con una selección donde reunieron todos los
peloteros latinos, los mejores, él fue recogebate, pícher de práctica de esa
gente, y cuanto detalle del equipo siempre
estaba pendiente Simoncito, por supuesto el mánager de ese equipo fue el
maestro Gustavo Gil que al poco tiempo se radicaría en los Estados Unidos y
quedaron Simoncito y el resto del equipo encargados de la selección.
A Torondoy, donde es su actual residencia, el
poblado lo conoció en 1980 a través de una familia que se mudaría para ese
lugar, el señor llamaba Hilario Varela, era su vecino y estaba enamorado de una
hija de él, que se llama Elena. Un tiempo estuvo con ese vaivén, cuando se
decidió en pedirle la mano a la muchacha para casarse ya la chica se había
enamorado de otro hombre que estaba más cerca, de manera que todo se le
derrumbó aquella decisión tardía. Recuerda el enamorado que para ese momento
trabajaba para la INOS (Instituto Nacional de Obras Sanitarias) como técnico
para el equipo de béisbol de ese instituto, y venía una vez al mes para
Torondoy sin tener éxito en ese compromiso.
Sigue Simoncito en aquella experiencia de trabajo
como técnico, esta vez atendió al equipo del Instituto de Aseo Urbano de
Caracas. Luego tendría al equipo de la automotriz venezolana ensambladora los
famosos camaros. También tendría su cargo un equipo del Departamento Vargas, la
motivación era que muchas empresas tanto públicas como privadas tenían su
equipo de béisbol que eran sus mismos empleados, porque el jugador firmaba
cualquiera de ellas le pagaban todos los beneficios eran muy bien tratados.
Otro fue con un equipo de la Guaira se llamaba “Aerovias” una línea de
aviación. También trabajó y jugó con una reconocida marca de pintura nacional,
allí quedó campeón bate y así muchos otros equipos estuvieron bajo su
responsabilidad.
Recuerda que conoció en Caracas a Lidice Beatriz
Andara, estaba pequeña. Posteriormente en uno de sus viajes para el poblado de
Torondoy ya estaba formada aquella niña, se enamoró, se casaron y es su pareja
hasta la presente.
En fin, Simón Bello o Simoncito, como quiera que lo
llamemos, es jubilado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) desde el año
2007. Adicionando a la entrevista, comenta que fabricó maletines para el
béisbol profesional y hasta vendería en Estados Unidos.
En cuanto al softbol lo practicó en la U.C.V.,
había un equipo de los empleados universitarios, el scout necesitaba un jugador
en segunda base, hablaron con Simón y aceptó. Viajaron para la ciudad de los
Caballeros (Mérida) en donde quedarían subcampeones con medalla de plata. Desde
ese momento se encariñó con el softbol. Pero su pasión era el béisbol, de
manera que fue campeón en la escuela menor, en varias escuelas universitarias,
fue campeón como mánager-amateur con Banco Industrial de Venezuela. Trabajó en
la Liga Nacional Bolivariana de Béisbol, identificado con las siglas LNBB (es
una liga semiprofesional de béisbol de Venezuela, creado el 25 de febrero de
2005 por iniciativa del entonces Instituto Nacional de Deportes, con el fin de ofrecer
una alternativa a los beisbolistas que tenían pocas posibilidades de jugar
fuera de Venezuela durante los meses que se encuentra inactiva la Liga
Venezolana de Béisbol Profesional y para consolidar la práctica del mismo en
otras regiones del país. Es patrocinada por PDVSA, pero que ha traído como
consecuencia la suspensión de partidos al haber retrasos en la entrega de
fondos. Aunque esta liga había estado funcionando en años anteriormente con el
nombre Liga Profesional de Verano, donde trabajó con varios profesionales como:
Víctor Davadillo (Vitico) también exgrandeliga, jugó en varios equipos de
Estado Unidos, a nivel local jugó con los Leones del Caracas y Tigres de
Aragua; también con César Tovar exgrandeliga, estuvo en varios equipos en
Norteamérica y varios equipos locales: Leones del Caracas, Tigres de Aragua, Águilas
del Zulia y Cardenales de Lara, lo cierto que de toda aquella experiencia de
trabajo en ocasiones quedaron campeones.
En Torondoy se integra al equipo de Softbol como
técnico gracias a su amigo Carlos Villamizar por haber tomado el interés y
haber conocido toda aquella experiencia de Simoncito, cuyo propósito era incentivar
la juventud de la jurisdicción. En los últimos tiempos ha sido poco recurrente
a las prácticas motivado a la salud, sin embargo, hace su esfuerzo para
apoyarlos en lo que se pueda. Ha visto buenos deportistas pero les hace falta
que alguien los impulse y también ponga parte de ellos mismos, disciplina
recalca el técnico veterano.
El motivo de los hermanos, y muchos otros paisanos, fue porque Italia, durante
muchos años había sido víctima de muchas guerras armadas, por ejemplo de los
españoles, alemanes y franceses la dominaron, habiendo sido campo de batallas
de estas potencias. Francia renunciaría primero a las pretensiones que tenían
allí, pero quedaron los españoles, que fueron herederos y amos durante dos
siglos.
Haciendo una pequeña síntesis de la inmigración de los extranjeros en
Venezuela, y en la cual se estima hayan llegado los Barone a la región andina,
tomando como referencia en el diccionario de Historia de Venezuela (1997) nos
habla sobre el tema, en los periodos de gobierno de Antonio Guzmán Blanco
(1870-1877, 1879-1884 y 1886-1888), que entre otras cosas, parte de su programa
de gobierno era modernizar al país con la inmigración de extranjeros. Esto
conduciría al mejoramiento económico, realizando grandes obras públicas
ampliando así la infraestructura del país para el momento, aumentando así el
empleo, entre otros. Además nos indican que entre los años 1874-1888 llegaron
al país 26.090 inmigrantes, entre los cuales más de 20.000 eran españoles, más
de 2.764 eran italianos y franceses 1.806. A partir de la fecha que indicamos
arriba deducimos que sea el momento de la presencia de los Barone que hoy
aludimos. Por otra parte tenemos que, contribuye al florecimiento de nuestra
agricultura de los siglos XIX y XX, en buena parte se debió a la inmigración
italiana en la Venezuela aún no explotada por el petróleo. Muchos de ellos
echaron raíces en los Andes Trujillanos; algunos de ellos nombrados
anteriormente y también Merideños como: Carnevalli, Pizani, Valeri, Segnini,
Anselmi, Parilli, Lenzi, Paparoni, Bottaro, Agostini, Ferrigni, entre otros
tantos como los Barone, que agregamos en esta lista; son timbre de orgullo
local, regional y nacional.
Los dos hermanos Barone se establecieron en un pueblito de los Andes Venezolanos,
Jajó del entonces Distrito Urdaneta del Estado Trujillo. Francisco mejor conocido
como “Pancho” era una persona inteligente, sincera y bueno, en cambio Alejandro
era un hombre culto, amigo del silencio y de la soledad, jamás se oyó discutir
con su hermano y en materia de negocios prevalecía la opinión que, puesta sobre
la mesa, consideraban mejor. Ambos hermanos eran hombres dedicados al trabajo;
cualquier cosa hacían para alejarse del ocio. Frecuentemente eran invitados a
reuniones de carácter familiar o político; a esto último don Alejandro no era
afecto; en cambio su hermano sí, pero sin comprometerse jamás a participar en
ella por su condición de extranjero. Don Pancho tenía un privilegio que muchos
le reconocían su intuición. El líder que presidía las reuniones de la gran familia
de políticos de aquel pueblo (Jajó) era el general Juan Bautista Araujo,
caudillo militar y político; conocido por muchos como el “León de la
Cordillera”, participó en diversos conflictos
armados del siglo XIX. Era un hombre de
gran prestigio por su sinceridad e innegable valor, aunque políticamente se
sitúa en el bando de la oligarquía conservadora, por lo que los gobiernos
liberales debían pactar con él. En 1892 había resuelto apoyar la Revolución
Legalista de Joaquín Crespo, retirándose luego a la vida privada en su
propiedad que tenía en Jajó. También muchas veces pedía opinión y asentimiento
de don Pancho o Francisco Barone, a quien sometían las distintas opiniones para
aceptar lo más conveniente. Cuando el caudillo falleció el 11 de febrero de 1898
en Jajó, quien sería alma y vida de aquel pueblo; para esa fecha ya don Pancho
había cambiado de domicilio al igual que su hermano Alejandro Barone.
Francisco Barone o don Pancho en Jajó había contraído nupcias con María
del Carmen Araujo (entre los años 1880-1881), allí consolidaría el hogar con
una numerosa familia, procrearon; sin ningún orden, a: Angelina María, Vicente,
Francisco, Alejandro y Domingo Antonio Barone Araujo. Con el tiempo el hogar
consolidado vino un gran dolor y tristeza, la muerte de doña María del Carmen
Araujo; desconocemos la fecha y causa de su fallecimiento.
Don Pancho enviudado encaminaría a sus hijos a cimbrarle los valores y el
respeto al prójimo, a las labores cotidianas
del campo que era el sostén de aquel hogar, aunque don Pancho era
inteligente en los negocios mercantiles; venía con una formación pedagógica un
poco sólida de su país natal, Italia. Aquel desamor que traía por su recordada
amada pronto lo superaría, conocería a Cleotilde Simancas oriunda; suponemos
del mismo poblado de Jajó, se casaron. De la unión conyugal nacería José Duilio
un 18 de abril de 1894. Al poco tiempo ocurriría una desgracia en el hogar
Barone Simancas la casa por equis causa se incendió, falleciendo Cleotilde
Simancas consumada por las llamas (27 de mayo de 1894) y, por un milagro de
Dios lograron salvar en vida el párvulo José Duilio que apenas tenía cuarenta
días de nacido. Fue otro dolor que tuvo que sobrellevar don Pancho.
En los años siguientes don Silvio Paglioli rico hacendado de Monte Carmelo
(Edo. Trujillo), paisano y amigo de los hermanos Barone (Francisco y
Alejandro), les ofreció en arrendamiento unas haciendas de café que tenía en
San Cristóbal de Torondoy (Edo. Mérida). De manera que don Alejandro fue de
Jajó a Monte Carmelo con el fin de tratar el negocio y en las condiciones como
se encontraría las haciendas, por supuesto llevaba instrucciones precisas de su
hermano para llegar a un acuerdo, correría el año de 1895. Don Alejandro Barone
permanecería por cinco días en San Cristóbal (aldea para el momento del
municipio foráneo Piñango del Distrito Miranda, Edo. Mérida) para conocer
también el lugar, donde fue muy bien recibido por personajes de aquella aldea
como: los hermanos Benti (Antonio y Ramón), Rafael y Luis Rodríguez, también
Rafael y Ramón Araujo, entre otras más, mostrando simpatía y grata impresión. A
su regreso a Jajó puso al tanto a su hermano Francisco y de la urgencia que
requería ponerse al frente de las haciendas ya que el café estaba a punto de
recolectar.
Difícil valorar el sacrificio que representó a los hermanos Barone dejar
donde vivían, para trasladarse a un lugar incrustado en la selva a dos días de
Jajó para acarrear con toda la mudanza porque al lugar donde llegarían no
estaba equipada por eso ameritó hacerlo. Además el traslado tenían que hacerlo
porque tenían que mejorar su situación económica, lo que les obligó a aceptar
la oferta que les había hecho don Silvio Paglioli; que posteriormente la
adquirirían.
Poco a poco iban mejorando en el manejo de las haciendas, en cuanto a la
producción del café con nuevos almácigos y expandiendo el cultivo en toda el
área, por lo que ameritaba más mano de obra foránea porque en la aldea no había
suficiente, venían de Tuñame, Piñango e incluso de Pueblo Llano la mayor parte,
en total casi cuarenta obreros recogiendo café en cada cosecha. Esto le
permitió a la aldea de San Cristóbal mejorar más económicamente y
demográficamente, los mismos moradores le daban mantenimiento a los caminos de
recuas existentes para la época. Como el lugar no contaba con escuela los
hermanos Barone tenían conocimiento de un paisano que vivía en San José de
Palmira (jurisdicción para el momento del Distrito Miranda del Edo. Mérida), se llamaba Fulvio Tancredi,
era joven y tenía todas las condiciones de aprendizaje porque había estudiado
en la Universidad de Pisa (Italia); no pudo graduarse por circunstancias en su
vida sentimental, era oriundo de Génova
del mismo país, era el motivo del llamado para que diera clases en la referida
aldea, lo cual aceptó la propuesta que le hizo por escrito don Alejandro
Barone. Los hijos de don Pancho: Angelina y Vicente habían estudiado la
preparatoria y Francisco el kindergarten en el poblado de Jajó, el resto de los
hijos estaban muy pequeños.
Fulvio Tancredi utilizaba un método que les permitía a sus alumnos
avanzar, muchos sacaban la primaria con notas sobresalientes. Por ejemplo
Alejandro Barone (hijo) era el que encabezaba el grupito de los sobresalientes
en los exámenes finales. El maestro vivía en casa de la familia Barone
(hacienda Los Limones) en los tiempos libres le daba clases a Alejandrito y a
José Duilio materias de primero y segundo año de bachillerato, esto como una
excepción. Lastimosamente Alejandrito falleció aun siendo joven.
Tenemos que exponer aquí, algunos datos o detalles tratados en esta
semblanza tiene algo de similitud con la don José Duilio Barone Simancas, ya
que en una ocasión hablamos de este personaje, y que sirve de complemento para
nuestros lectores.
Cuando don Francisco o Pancho Barone falleció el primero de junio de
1910, a las 4:00 a.m., en San Cristóbal de Torondoy, a consecuencia de una
neurisma (aneurisma); tenía apenas 58 años de edad. Su hermano don Alejandro le
enviaría un telegrama a Francisco Barone (hijo) que residía en la ciudad de
Mérida, también estaba con él, José Duilio Barone. Muchas personas al enterarse
fueron hasta la casa donde residía los hermanos Barone para mitigar un poco el
dolor que los afligía. Queremos señalar que Francisco Barone (hijo) se había
casado con la bella dama Florinda, sobrina del general Joaquín Garrido, quien
fue militar y político, este personaje había participado en varias campañas
como la Revolución Azul (1868-1872), la Revolución Restauradora de Cipriano
Castro (mayo de 1899), así como también en varias batallas: Cordero
(28/6/1899), Tovar (6/8/1899), Parapara (26/8/1899), entre otros. Como ministro
de guerra y marina, dirigió las campañas de Carabobo, Cojedes, Aragua, y
Guárico, librando los combates de Tinaquillo, El Naipe y Flores contra los
ejércitos de la Revolución Libertadora (19/12/1901- 22/7/1903). Fue gobernador
del Distrito Federal (1902-1903) y
comandante de armas de la misma entidad dos veces en los años siguientes hasta
su muerte, ocurrido el 15/3/1906 en Caracas.
Volviendo con Florinda, pues ella se había formado en Caracas, era
profesora de música y había aprendido de escuela a tocar la guitarra y el
piano, vivía con su madre llamada también Florinda (era profesora de música) y
su tío Joaquín Garrido. Al tiempo cuando ocurrió el fallecimiento de su madre y
luego su tío (el 15/3/1906), la bella dama se fue para la ciudad de Mérida, su
terruño, donde residían otros familiares. Posteriormente Florinda, que estamos
seguros que su apellido era Garrido, estuvo de paseo en San Cristóbal de
Torondoy, allí conocería a quien sería su eterno amor, Francisco Barone (hijo).
En conclusión tenemos, que la familia Barone así como muchas otras más,
desinteresadamente ayudaron avanzar esta pequeña población de San Cristóbal,
que apenas era una aldea, pero con el avance progresivo de este y la
manifestación de todos los pobladores lograron llamar la atención a las
autoridades municipales y del estado, para que la aldea ascendiera a municipio
foráneo dependiente del Distrito Torondoy, así ocurrió un 17 de marzo de 1910.
Se establecería por primera vez la Junta Comunal Parroquial, el Juzgado y la
Jefatura Civil. Poco a poco se fue conformando el área de población, la
construcción del templo, la casa municipal, la plaza Bolívar, su calle principal,
entre otros. Por su puesto la principal economía era el café, producto
exportador para los países europeos, principalmente Alemania; de hecho en
Maracaibo existía una casa comercial relacionada con Barone Hermanos. La
inmigración de extranjeros a nuestro país Venezuela, en especial el poblado de
San Cristóbal de Torondoy permitió la introducción de maquinarias innovadoras
para un mejor tratado del cultivo de cafeto, así como también plantas
hidroeléctricas, de vapor, cilindros, trapiches, entre otros; como lo hizo don
Juan Schüssler nacido en este poblado pero de padres alemanes, no tan solo a
este, sino también a la misma villa cabecera de Torondoy, cuyas innovaciones
hoy en día son algunas chatarras; bueno lo poco que se ha conservado. También
hay que destacar aquellos extranjeros que entregaron su vida por una buena
causa, la independencia de Venezuela, convertidos en célebres próceres de
nuestra patria chica.
Adicionalmente tenemos que hablar de Paula Villamizar, porque tuvo que ver con la familia Barone, ella era la criada de la casa desde que la familia residía en el poblado de Jajó. Cuando don “Pancho” Barone tuvo aquel incidente fatal de que la casa se consumía en llamas y su esposa Cleotilde Simancas pereció en el lugar, era un 27 de mayo de 1894. Sería entonces Paula Villamizar la que se encargaría de criar al bebé José Duilio, con apenas cuarenta (40) días de nacido; como lo mencionamos anteriormente se salvó de milagros. Al poco tiempo cuando los hermanos Barone decidieron trasladarse para el poblado de San Cristóbal de Torondoy, allí iba también Paula, dándole todas las atenciones especiales al bebé de brazos y al resto de la familia. Incluso, cuando José Duilio Barone Simancas casó con Dionila Rodríguez en el poblado de San Cristóbal de Torondoy, la señora Paula Villamizar decidió acompañarlos por muchos años más hasta que ocurrió su deceso; posiblemente murió en Caracas en la residencia de la familia Barone Rodríguez.
++++++++++
JOSÉ MANUEL DELGADO
Nació en
Torondoy un 3 de marzo de 1921, era hijo natural de María Angélica Delgado
Olivares (nacida también en Torondoy el 18/02/1897, ya difunta). Quizá uno de
los personajes que repercutió en el siglo XX en cuanto música se refiere como
cultor artístico del entonces gran distrito Justo Briceño, actual municipio
Justo Briceño del Edo. Bolivariano de Mérida. Su formación educativa lo tuvo en
la misma jurisdicción en la Escuela Federal de Varones regentada desde sus
inicios por su abuelo don Bartolomé Delgado en la última década de 1890. Era
costumbre que los niños fueran acompañados por sus padres en los actos
religiosos del templo parroquial San José de Torondoy; lugar en donde
seguramente José Manuel le llamó la atención el armonio que tocaban para amenizar
las misas dominicales, instrumento musical que sería su dominio posteriormente
para acompañar en adelante como corista en los eventos religiosos.
Su madre
María Angélica Delgado se había casado con Guillermo Combita el 29 de abril de
1923 acto civil celebrado por el presidente del Ayuntamiento Municipal del
distrito Torondoy. Posteriormente habrían vivido un tiempo en la ciudad de
Timotes (Mérida). En esa unión conyugal procrearon a María Antonia Combita
Delgado, nacida en Torondoy un 18 de junio de 1924 pero falleció prematuramente
(el 01/12/1926), posteriormente la
pareja se divorciaron el 24/05/1944. Nos relata don Liévano Briceño que
Guillermo Combita era hermano natural de Eugenio Parra esposo de Bárbara
Antonia Rangel, sus suegros, ambos difuntos.
José Manuel
Delgado contrajo matrimonio civil con Ramona Briceño el 7 de marzo de 1958, los
casó Ángel Díaz Prefecto Civil de Torondoy y su Secretario Liévano Antonio
Briceño (sobrino de José Manuel), como Ramona Briceño era menor, tenía apenas
14 años, la representaría Julieta Briceño de Castellanos, ya que vivía en su
casa y le ayudaba en los quehaceres del hogar; Ramona era natural de Palmarito
(municipio foráneo Independencia, del Distrito Justo Briceño) actualmente
jurisdicción del municipio Tulio Febres Cordero del Estado Boliv. Mérida.
Aunque en el acta de defunción de José Manuel Delgado se menciona que su esposa
Ramona Briceño era natural del municipio Heras del entonces Distrito Sucre del
Estado Zulia. Lo cierto del caso que de esta unión conyugal nacerían: Herlis
Saúl, Manuel Enrique y Angelis Ramón. También es cierto que tuvo un hijo
natural fuera del matrimonio, él se llama Juan Bautista Rangel, además esta
persona nos comenta que supo de su parentesco ya formado, y siempre lo admiró
en la forma como tocaba el armonio todo los domingos, conserva una foto de su
padre que gentilmente nos permitió escanearla para la semblanza. De manera que
todavía tiene comunicación con sus hermanos, que por cierto viven en la ciudad
de Caracas.
José Manuel
Delgado había adquirido una destreza extraordinaria en su vida privada, además
del dominio del armonio de una manera innata con tan solo observar y escuchar,
también aprendió a tocar la guitarra y el cuatro. Aportó a la vida pública en
la jurisdicción, el 10 de noviembre de 1958 fue nombrado maestro N°2 para el
Centro de Cultura Popular que funcionaba en Torondoy, lugar en donde aplicaría
sus conocimientos a los alumnos que incursionaban al arte musical. Oficio
también ejercía en la talabartería de Crisoido (Pepe) Cuevas Mendoza como
fabricante artesanal de cotizas.
Otros cargos
que ocupó José Manuel fue: secretario de la Prefectura de Piñango durante los
periodos 28/08/1942, 24/01/1950 y 16/05/1951. Sub-secretario del Concejo
Municipal del distrito Justo Briceño las siguientes fechas: 9/03/1942,
1/01/1943 y el 14/08/1943. También como secretario del Juzgado del distrito
Justo Briceño el 14/05/1943 hasta 1944. También aparece como secretario
accidental del Concejo Municipal del distrito Justo Briceño en 1957.
El corista
de la iglesia así lo conocía los habitantes a José Manuel Delgado, tocaba el
armonio en el templo parroquial, en las capillas de El Jumangal, El Cogollal y eventualmente en Mucumpís
(jurisdicción de Torondoy). El amigo ingeniero forestal Rodrigo Cadenas
menciona que José Manuel tocaba muy bien el armonio, era costumbre que en los
meses de diciembre lo hacía sobre todo en el templo parroquial “San José”, así
como también tocaba muy bien la guitarra; le gustaba cantar rancheras de
Antonio Aguilar. Además nos agrega para esta semblanza que otras personas de la
época también colaboraban en el templo parroquial como: Luis Alfonso Corredor,
tocaba el armonio, Liévano Antonio Briceño y José Trinidad Parra eran coristas,
los monaguillos estaban los hermanos Isaías y Emilio Moreno, Alfonso Ramírez,
Rodrigo Cadenas y Antonio Parra, el sacristán era Eugenio Parra y, Expedito
Bastidas Molina se encargaba del incensario. Indagando más con otras personas
nos encontramos que José Martín Uzcátegui, fue corista, supuestamente estudió
en el Seminario de San Buenaventura de Mérida. Aún más, según Ernestina Salcedo
Pizani en su libro NOL (1974) cuenta que en el poblado de San Cristóbal de
Torondoy existía un señor llamado Eloy Pérez, era el boticario y también tocaba
el armonio. Eventualmente también había un señor llamado Juan Ramón Pérez
tocaba el armonio en las iglesias de Mucuchíes y Torondoy, su primogénita. Se
tiene también como evidencia que en los actos especiales de la Firma de la
Independencia celebrado por el Ayuntamiento Municipal del Distrito Torondoy del
19 de abril de 1911 el señor Pedro Pascual Gil era corista, tocó y fue
acompañado por otros músicos con violines, el recordado Pbro. Bernabé Vivas
párroco de la Parroquia Eclesiástica San José de Torondoy (1908 – 1921)
realizaría la misa de Acción de Gracia, al final intervino también Bartolomé
Delgado (padre de María Angélica Delgado). Después del fallecimiento de José
Manuel Delgado, don Liévano Antonio Briceño quedaría como corista del templo
parroquial por un tiempo.
María
Angélica Delgado se incorporaría a la cofradía de Nuestra Señora del Carmen en
1915; fundada ésta el 15 de junio de 1910. Posteriormente perteneció a la
Fraternidad de San Francisco de Asís, conformada el 4 de mayo de 1980. Cabe
recordar que doña María Angélica era hija de Bartolomé Delgado, distinguido
personaje de la municipalidad durante las últimas décadas del siglo XIX y parte
del XX, como mencionamos anteriormente preceptor de la primera escuela que
funcionó en Torondoy (Escuela Federal de Varones) predecesora a la que es hoy
Unidad Educativa Bolivariana “Briceño Méndez”; su madre se llamaba Amelia
Olivares. Una evidencia clara de que su hijo José Manuel se integrara
inicialmente a las actividades sociales religiosas. De hecho todos los domingos
cuando pasaban los actos religiosos era remunerado con 15 hasta 20 bolívares,
pago que le hacía el mismo cura; esto muchas veces lo realizó durante la
estadía acá en la parroquia del Pbro.
Felipe Santiago Jerez González (1942 – 1955). Ambos emprendían aquel largo
camino de recuas para visitar las iglesias filiales de San Cristóbal de
Torondoy y Piñango, evento que hacían cada 2 ó 3 meses.
Nació
en el caserío de “El Jumangal” jurisdicción del hoy Municipio Justo Briceño del
Estado Bolivariano de Mérida, el 18 de enero de 1927. Hija legítima de Epifanio
Quintero y de Cipriana Ramírez (ambos difuntos). Proveniente de una familia
humilde y trabajadora del campo. Aunque ella alegaba que había nacido en el
poblado de Piñango, antiguo municipio foráneo de Torondoy, que al poco tiempo
sus padres se mudarían para dicho caserío.
En la gráfica vemos a doña Elvira Quintero adorando al Niño Jesús.
Fecha: 12/01/2019
A
partir de los cuarenta años de edad Dios le dio un don de curar enfermedades
humanas que ni la medicina moderna ha sanado, como por ejemplo mal de ojo,
ataque de parásitos, cuajo, entre otros. Fue también partera, función
voluntaria que realizaría desde que vivía en el caserío El Jumangal.
La
señora Quintero Elvira de Jerez tenía más de veintisiete años viviendo en la
hacienda La Vega, hoy día conocida como “La Rosario” propiedad del señor
Orangel Delgado. Allí recurrían muchas personas con sus hijos enfermos, sin
importar el día ni la hora. Posteriormente construyó su casa propia próxima a
la hacienda. El primer paso que Elvira era reconocerlos primero, luego les
ponía una contra, después les rezaba unas oraciones y les dama una toma
especial y se curan. También doña Elvira a los niños les colocaba las aguas,
como bien ella mencionaba, utilizando algunas ramas medicinales como:
hierbabuena, romero, agua divina y geranio. Completado su trabajo recibía una
pequeña remuneración según lo que cada persona quería aportar; si tenía alguna
duda Elvira recurría a su recordado hijo Felipito y le daba la razón, era
gracioso verlos secreteándose.
Como
ama de casa, doña Elvira Quintero de Jerez dio a luz diez hijos, casada con
José Andrés Jerez Briceño, de la unión conyugal tuvieron: Ramona, María Benita
del Carmen, Antonio José, Gerardo de las Mercedes, Felipe del Carmen,
Benedicto, Flor de María y Carmen Yolanda, algunos de ellos han fallecido, los
otros se han ido a otros estados del país buscando otras formas de vida. Su esposo
falleció el 12 de febrero de 1994, en el sector La Vega, tenía 64 años de edad,
era hijo legítimo de Santiago Jerez y de María Maximina Briceño de Jerez (ambos
difuntos para el momento).
MARÍA ENCARNACIÓN UZCÁTEGUI DE BLANCO
Nació un 4 de marzo de 1919,
en un sector poco conocido “Cogope” de la comunidad de Montero, Jajó del
entonces distrito Urdaneta del Edo. Trujillo. Sus padres don Pablo Marcial
Uzcátegui y doña Francisca Paula Moreno de Uzcátegui, ambos difuntos. Que por
cierto esta comunidad laboriosa alguna vez la llamaron el “Pueblo de los Generales”,
como lo reseñó don Duilio Barone en su magistral libro “Caminos de Piedras”. Quizás
el caudillo militar Juan Bautista Araujo apodado el “León de la Cordillera” fue
uno de ellos que en sus últimos años de su vida se ocupó de sus posesiones tanto
en Jajó como en Tuñame y, que por alguna
razón se haya topado con la pareja Uzcátegui Moreno.
Sin ningún orden, del
matrimonio de la pareja engendrarían a: Pablo, Flor, Elauterio, Antonio, Ángela,
Julia y María Encarnación, esta última a la cual nos orgullece y tener la dicha
de tenerla entre nosotros, abuela de quien escribe esta pequeña pero
significante semblanza. El retrato de su padre, lo ha conservado muy
celosamente María Encarnación en todas sus andanzas como un recuerdo muy grato
de su vida pasada, de aquel hombre campesino que guerreó para levantar su
familia, en medio de tanta trifulca y escaramuza civil y militar de la Venezuela
de mediados del siglo XIX y principio del XX.
A la edad de 19 años María
Encarnación se casaría por la iglesia con Benancio Blanco Peña, él de 23 años
de edad, también natural de Jajó, hijo del primer matrimonio de José Eloy
Blanco con doña Anatolia Peña, ambos oriundos de esas comarcas, de manera que correría
la década de los años treinta de las nupcias, cuyo hogar inicialmente se formó
en el “Cogope” sector cercano a Montero, allí nacerían: Víctor (+), José del
Carmen (1941), María Elisa (1942) y María Enilda (1943).
En busca de otras
oportunidades para el sostén familiar y posiblemente motivados también por José
Eloy y José León Blanco, ambos hermanos; el primero padre de Benancio Blanco, quienes
ya se habían establecidos desde hacía tiempo atrás en el caserío El Jumangal de
la Jurisdicción de Torondoy, Estado Mérida, en la primera década de 1900. Esa
llegada ocurrió en 1944 aproximadamente. En aquella época el auge del café era
todavía la principal economía en estas zonas y gran parte del país; tanto así que
el Distrito Torondoy llegó a ocupar el segundo lugar como productor de café en
toda la región andina Merideña, causando buena impresión en Europa por su
exuberante aroma y calidad del producto final, esto conllevaba también que la mano
de obra provenía de afuera.
La familia luego de haber
hecho todo aquel recorrido, por aquellos caminos de recuas, atravesando los
páramos de Timotes y Piñango llegarían primero al sector todavía conocido hoy
en día como el Alto de Miraflores jurisdicción de Torondoy; los acompañaría
también María Petronila Blanco Peña, hermana inseparable de Benancio, ella
ayudaba a cargar en brazos a una de las niñas; sin duda alguna era la persona
más influyente en cuanto a rezos y oraciones hasta el día de su deceso. Cuando
llegaron se establecieron primero por un tiempo en casa de un amigo de la
familia, Catalino Linares casado con Leonarda Blanco Araujo, era prima hermana
de Benancio. Al poco tiempo Benancio Blanco lograría adquirir una casa vecina
del recordado cultor artístico Calixtro Hernández, quien era otro paisano.
Entre tanto María Petronila
se independizó, se casó con Saturnino Dávila y vivieron por un tiempo cerca del
lugar, procrearon un hijo pero falleció prematuramente, tiempo después
ocurriría el fallecimiento de su esposo. De manera que su vida prosiguió en la
soledad, acompañada en ocasiones por sus sobrinos en su humilde casa hasta que
se mudaría para “La Travesía” sector cercano del poblado de Torondoy, allí hizo
vida en la comunidad, en su trajinar de la vida se puede decir, que todos
guardamos un bonito recuerdo de esta mujer luchadora, con una rectitud sobre
las cosas, con una mentalidad lúcida hasta
la hora de su fallecimiento, tristemente, pero reconfortada en la fe católica,
aclamándole siempre a los santos en toda su existencia, era un 22 de octubre de
1997, cuando por víctima de un derrame cerebral sucumbió en el Hospital
Universitario de Mérida. Tenemos la convicción de que María Petronila, su
nombre pila, o más conocida por Petra, sea merecedora de este pequeño
paréntesis, en otra oportunidad tendremos la dicha de escribir más de su vida,
estamos seguro de ello.
Para el año de 1945 Benancio
Blanco ya ejercía el comercio industrial en su propia casa. A mediados de 1954
en una conversación que tuvo Benancio con las hermanas Dolores y Consuelo de
las Mercedes Quintero Lares, quienes vivían en Lagunillas del Estado Zulia,
logró negociar una finca en el caserío El Jumangal, la misma tenía cultivos
establecidos, suficiente terreno disponible, pero lo más importante tenía
vivienda o casona de tapial, cómoda para la familia, el costo fue por la
cantidad de bolívares cuatro mil (4.000 Bs.). Además dentro de la finca ya se
había construido una capilla para el culto religioso construida específicamente
en 1947, dedicada a la Virgen la Milagrosa, terreno donado por las hermanas en
mención. Recordemos la gran labor pastoral del presbítero Felipe Santiago Jerez
González (1942 – 1955). Algo también curioso fue que la finca antes de
adquirirse la misma era cuidada por la recordada pareja Cipriano Hernández y
Fidelia Hernández allí habría funcionado la escuela de la comunidad regentada
por las preceptoras Cira Lidia Valero, también Carmen Cadenas, nos relata un
familiar de la familia Blanco Uzcátegui quienes fueron sus primeras maestras de
letras. Posteriormente esta escuela pasó funcionar en la casa cural de la
capilla de la comunidad. Mucho tiempo después logró tener sede propia con
terrenos suficientes donados por María Encarnación, además se construyó una
cancha techada de uso múltiple y aulas anexas que ameritaba su ampliación.
En 1952 Benancio Blanco
sería nombrado Comisario del caserío El Jumangal de la jurisdicción de Torondoy.
Entre tanto también, ampliaba su comercio, en esa oportunidad montó una bodega
en el caserío de “Quebrada de Piedra” (actualmente Valle Grande, de la
jurisdicción del Municipio Tulio Febres Cordero, Estado Bolivariano de Mérida),
mientras que él lograba negociar la mercancía muchas veces en Santa Apolonia,
Piñango, Torondoy y eventualmente en Valera, la mayoría de las veces fue Carmen
Blanco, hijo mayor quien se encargaba de arriar mulas con todos los enseres
comprado desde el sector de San Pedro tomando la ruta de Santa Apolonia, o
también en ocasiones desde La Popita vía a Torondoy para luego retornar a su
casa, transitando los caminos de recuas de noche, con sustos, tropiezos, y
hasta veces con valentía; su perro de compañía en todos los recorridos fue
protagonista de ello, se llamaba “Distinguido”.
El tiempo de Benancio era
muy complejo, cultivaba de forma diversificada, le gustaba criar animales
domésticos, de forma voluntaria colaboraba en los eventos religiosos, incluso
se habla que él donó un sagrario para la capilla de la aldea vecina de
Mucumpís, recorría a pie o en mula los páramos en asuntos personales, gran
militante del partido COPEI, hasta por ratos sacaba miche zanjonero en la
clandestinidad, sin dejar pasar por alto unos traguitos demás y pare de contar
las tentaciones del diablo. Con todo ese afán, quizá soslayando que su esposa y
sus hijos estaban pendientes en todos los quehaceres del hogar.
La familia poco a poco se
iba siendo más numerosa, nacerían en tierras del caserío en mención: Juan
Bautista (1946), María Delia Rosa (1948), José Rafael Ángel (1950);
recientemente falleció en Valera Edo. Trujillo el 9 de enero de 2023, María
Isidora (1952) quien lamentablemente fallecería en la ciudad de Mérida en 1978,
María Ángela (1953) murió prematuramente, María Teresa (1954), José Eloy (1956)
falleció prematuramente, María Margarita (1957), María de los Ángeles (1959) y
Pedro Miguel (1961) su fallecimiento ocurrió un cuatro de septiembre del año
2001 en el centro clínico de Nueva Bolivia del Municipio Tulio Febres Cordero
del Estado Bolivariano de Mérida.
Los partos en aquella época
era experimentando el dolor humano a riesgo por la escasez de un centro
asistencial de salud, el más cercano se encontraba a dos horas y media a pie
por caminos reales, lo único al alcance eran las mujeres parteras o matronas,
con sus experiencias prácticas lo daban todo para ayudar a traer con normalidad
a ese nuevo ser que nacía. De tal manera que mujeres con ese don especial en la
comunidad, recordamos a Fidelia Hernández, Florencia Montilla, Cipriana
Hernández y Elvira Quintero que apenas iniciaba su oficio, casi todas ellas
eran y algunas todavía hoy en día son curanderas como la señora Elvira Quintero;
para curar los males comunes: como el mal de ojo, ataque de lombrices, entre
otros, que hoy en día la ciencia moderna no ha conseguido cura alguna para
estos tipos de males.
El tiempo corría, un día
hubo un mitin político en la población de Torondoy, estaba de visita Raúl Leoni candidato por el partido Acción Democrática a la República de Venezuela. Por destinos de la vida, ese mismo día Benancio Blanco después de sus diligencias personales retornaría a su casa y sin darse cuenta que
una persona conocida le haría una mala jugada, bajando apenas por el camino del
sector La Cuesta, tuvo una emboscada cayendo al suelo de una
pedrada, en aquel forcejeo el bandolero con su arma blanca le causaría múltiples heridas contra su humanidad, sin tener esperanza de salvarse, apenas
tenía 47 años de edad, sin entrar en más detalles; evento ocurrido un 6 de
octubre de 1963.
En adelante María
Encarnación cumpliría el rol de madre con todo, emprende su lucha incansable,
ayudado por supuesto por sus hijos. Prosiguieron en el lugar por una temporada,
los hermanos varones se encargarían de las jornadas cotidianas fuertes, hasta
que pronto tanto hombres como mujeres mayores salieron a realizar sus vidas.
Rafael Ángel se llevaría a su mamá y el resto de los hermanos menores para
Santa Elena en la ciudad de Mérida, luego para el barrio de Campo de Oro,
tiempo después se trasladaron para uno de los barrios más populosos del Estado
Miranda, San Blas (Petare). Con el agravamiento de salud de María Isidora o
Doris como más conocida era, pues, fue difícil su recuperación, falleció en la
ciudad de Mérida en 1978. Fue otro momento de dolor para toda la familia. Con
este suceso retornarían una parte de la familia al barrio de Campo de Oro. En
ese mismo año se mudaron para las residencias “Los Cedros” en Ejido, posteriormente
para el barrio “Bella Vista” y finalmente en 1986 para la urbanización “Don
Luis” de la comunidad de La Vega de la misma jurisdicción hasta la presente. En
todos estos vuelcos de la vida María Encarnación estaba presente. En ese tiempo
la urbanización ya se habían construido la primera y parte de la segunda etapa,
que es donde se encuentra la casa o el hogar de doña María Encarnación o “la
abuela”.
Todos los hijos Blanco
Uzcátegui realizaron sus vidas, algunos son: comerciantes, profesionales,
cultores empíricos y hasta autodidactas. Todos ellos motivan esperanzas, agradecimientos
siempre puestos en el Todopoderoso, porque él es el que decide por nuestras
vidas. Además, como naturaleza de la vida se ha perpetuado por varias
generaciones la línea genealógica, tanto así que doña María Encarnación
Uzcátegui viuda de Blanco es la cabeza por más de un siglos, en todo este
tiempo se han vislumbrado once (11) hijos, cuarenta (40) nietos, cincuenta y
ocho (58) bisnietos y veintidós (22) tátara nietos; y sigue creciendo.
JOSÉ EPIMENIDES QUINTERO RANGEL
Nació el 26 de julio de 1934 en la aldea de
Mucumpís del entonces Distrito “Torondoy”,
hoy en día municipio Justo Briceño del Estado Bolivariano de Mérida. Sus padres eran: José Florencio
Quintero y María Espíritu Rangel (ambos difuntos, oriundos de Mucuchíes). Su
infancia y adolescencia lo transcurre en
la misma aldea en las prácticas laborales del campo y en donde estudiaría hasta
el tercer grado, en compañía de sus hermanos Mercedes y Octaviano Quintero (ya
difuntos).
Según la tradición oral, a la edad de 18 años
un tío de José Epimenides le regalaría un violín, quien se convertiría en su
primer instructor y maestro para adentrarse al arte de la música de cuerda. El aprendizaje
innato de tocar un instrumento musical era y lo sigue siendo, una costumbre de
la gente del campo, esa destreza se transmite en los jóvenes de despertar esa
curiosidad y, más de una comunidad donde varias familias dominaba, además del violín,
el cuatro, la guitarra, la bandolina, entre otros; orgullosamente podemos
mencionar: los Bonilla, Castillo, Araujo, Dávila, entre otros; refiriéndonos solamente
en la aldea de Mucumpís.
En 1956 aproximadamente, conocería a quien
sería su amada Victoria Terán en el poblado de Torondoy, formalizando sus lasos
conyugales en Mucumpís, lugar donde consolidarían un hogar procreando la
mayoría de sus hijos y los demás en el poblado de Torondoy, sin ningún orden:
María Grabiela, Prepedigna, Arquímedes, Leovaldo, Raimunda, María Jesús,
Florentino, Adelso Antonio, Adonay Junior, Jaime Alberto y María Magdalena
Quintero Terán; algunos de ellos ya han partido para la Eternidad.
En el año 1968 aproximadamente, la familia se
residenciaría en casa propiedad de la señorita Angélica Rangel en Torondoy.
Tiempo después se mudaron como medianeros en la hacienda “La Oficina” propiedad
de don Jesús María Castillo. Allí se dedicaría a recolectar café en la época de
su cosecha con todas sus bondades artesanales y el mantenimiento de la pequeña
finca, además le permitía a la familia Quintero Terán que sus hijos continuarían
con sus estudios debido a la facilidad y cercanía de la casa de estudio y otras
áreas esenciales para su bienestar.
Don Jesús María Castillo sabía que Anita
Flores, preceptora de la Escuela Graduada “Briceño Méndez” del poblado de
Torondoy, estaba vendiendo su casa que recién le habían construido; era las
casas rurales que se construyeron en los terrenos municipales de la hacienda
“Santa Filomena”. Lo cierto del caso que don Jesús María le comentaría a su
medianero para que la negociara, y así fue; corría el año 1970. La alegría de
la familia vislumbraba con su hogar propio; pero triste por el deceso de dos de
sus miembros al poco tiempo. Primero fue su padre José Florencio Quintero el 25
de septiembre de 1973, a la edad de 75 años. Al poco tiempo lo sería su
abuelita doña María Martina Quintero Sánchez (hija legítima de Desiderio
Quintero y de Natividad Sánchez, ambos difuntos) el 10 de octubre de 1973, a la
edad 92 años, ambos fallecimientos ocurridos en la aldea de Mucumpís.
En 1974 José Epimenides viajaría por primera
vez para la ciudad capital, Caracas, en un corto tiempo retornó y trajo consigo
una cámara fotográfica que había adquirido. La misma tomaba fotos instantáneas,
tanto así que el amigo fotógrafo estaba presente en momentos especiales sobre
todo con su familia.
Acontecimientos importantes se estaban
generando en la jurisdicción, el 19
de abril de 1974 se elige la nueva directiva del Concejo Municipal del entonces
Distrito Justo Briceño, resultando favorable al ciudadano Liévano Antonio
Briceño. En su primera alocución prometió obras de adelanto y progreso para el
Distrito. Ya para el 22 de abril de ese mismo año, con la elaboración del nuevo
Presupuesto Municipal, entró la creación del Ciclo Básico Torondoy. El 13 de
junio se recibe un telegrama del profesor Ernesto Pérez Baptista, de la ciudad
de Mérida, en el que notificaba que en su poder tenía los requisitos para la
creación del Ciclo Básico de Torondoy. El 28 de junio el Concejo Municipal
dictaría un Acuerdo creando, de esta forma, el Liceo en su Primer Año. A su vez
tendría la casona (actualmente Casa de la Cultura “Don Antonio María Quintero”)
ya lista donde iba a funcionar, para su inspección por la comisión de la Zona
Educativa. Finalmente se recibe noticias del Supervisor Regional del Estado
Mérida (Prof. Arévalo) para que entrara a funcionar el 6 de septiembre del
mismo año. También días antes, específicamente el 21 de agosto, don Liévano
Briceño dictaría un acuerdo para dar un voto de reconocimiento al Dr. Rigoberto
Henríquez Vera, gobernador del Estado Mérida, por su progresista gestión en
favor de la colectividad del municipio, por haber decretado la pavimentación de
las carreteras Panamericana – Torondoy, Santa Apolonia y San Cristóbal de
Torondoy y otras de trascendental importancia para el adelanto y progreso del
entonces Distrito Justo Briceño.
Entre tanto y en buena ocasión para José Epimenides Quintero ingresara a
la nómina de los empleados para dicha institución, gracias a don Liévano
Briceño por tomarlo en cuenta; cargo que mantuvo hasta 1987. En ese mismo
tiempo se sometió a una operación quirúrgica de un cáncer gástrico, con la mala
noticia que era maligno.
La fortaleza siempre prevaleció en José Epimenides Quintero, como músico
indagó otros instrumentos musicales y
aprendió a tocarlos como: bandolina, armonio, clarinete, acordeón, la guitarra
y por supuesto el violín. A estas personas las llamamos multiinstrumentista o multinstrumentista.
Lo cierto es que todo aquel aprendizaje innato, lo disfrutaba con sus amigos y
familiares; en ocasiones lo acompañaría José Sabino Calderón (guitarra),
Francisco Mendoza (violín), entre otros cultores artísticos de la localidad.
Además aprendió a cortar el cabello, sus clientes fijos lo eran: Amado Molina y
Gerónimo Hernández.
Su enfermedad que padecía lo mantuvo con vida hasta el 18 de abril de
1989, falleció en su casa rodeado de sus seres queridos, tenía apenas 55 años
de edad. Fueron momentos agradables los que compartieron con este personaje de
la localidad, por su cualidad, el amor de padre y su amada esposa Victoria
Terán que lo acompañó en todo momento. Cuando trabajaba en el Ciclo Básico
Torondoy, los estudiantes; en particular Sioly Parra, Acacio Moreno y Martín
Valero (los dos últimos nacidos en la jurisdicción de Torondoy, recibirían más
adelante la comunión del sacerdocio), cariñosamente lo apodaron “Epidermis” y
“Epimonio”. La institución educativa le rindió un merecido homenaje, siendo
director del mismo el Lcdo. Orlando Camargo, en donde todo el personal
administrativo y obrero, estudiantes y comunidad en general se hicieron
presentes.
JULIO ANTONIO BLANCO MORENO
Nació el 12
de abril de 1948, en el sector “La Soledad” del caserío El Jumangal de la
jurisdicción del municipio Justo Briceño del Estado Bolivariano de Mérida. Sus
padres eran José Eloy Blanco y Rafaela Moreno, ambos difuntos, oriundos del
poblado de Jajó del actual municipio Urdaneta del Edo. Trujillo. Era el último
o el “tuñeco” de una numerosa familia: Cecilia, Vicenta, Gregoriana, Pablo, dos
(2) angelitos o muertes prematuras, Pablos Ramón y Octaviana (todos difuntos).
Su infancia y parte de su adolescencia la trascurrió en su caserío natal,
formado en el seno de una familia humilde, trabajadora a las labores del campo
y creyente católico. Los primeros estudios las recibió en la escuela de la
comunidad, uno de sus compañeros de estudio era José Rafael Ángel Blanco,
primos, lo recodaba como un joven inteligente, se aprendía muy bien las
lecciones que la maestra le asignaba.
Cuando
alcanzó la mayoría de edad, y como todo ser humano en búsqueda de otro porvenir
y mejor su situación económica, viajaría para la ciudad capital, Caracas,
motivado por su amigo de adolescencia José Eufracio González. Ya su amigo
Eufracio tenía tiempo sacando fotos instantáneas en el Parque del Este, por la
practicidad y facilidad del trabajo Julio Antonio se interesó también en
comprarse una cámara fotográfica, marcando desde momento en el personaje que
cualquier visitante al parque buscara de sus servicios para retratar para
siempre en una fotografía a muchas personas provenientes de los alrededores de
la capital y del interior del país, incluso de visitantes extranjeros.
Este parque inicialmente
fue creado mediante decreto N° 491 del 17 de mayo de 1950 como el epónimo
“Parque Nacional del Este” y se declaraba obra de utilidad pública su
construcción y acondicionamiento. El inmueble ubicado en el municipio Leoncio
Martínez del entonces Distrito Sucre del Estado Miranda, tomando los terrenos
de la hacienda “San José” propiedad de la sucesión Díaz Rodríguez; el fundo “La
Casona” propiedad del señor Alfredo Brand; el fundo “La Carlota” propiedad
reserva de la Nación (sus linderos de conformidad al Decreto N° 449 de fecha
17/3/1950), para un total de 64 hectáreas, este decreto del bien inmueble fue
publicado en Gaceta Oficial N° 23232 de fecha 24/5/1950, bajo la Junta Militar
de Gobierno de Carlos Delgado Chalbaud.
Posteriormente
el lugar de esparcimiento público capitalino, se habría inaugurado un 19 de
enero de 1961 en el gobierno de Rómulo Betancourt presidente de la República de
Venezuela, con el nombre “Parque Rómulo Gallegos”. En 1983 se le cambiaría por
el de “Parque Rómulo Betancourt” y en el año 2002 pasaría a llamarse “Generalísimo
Francisco de Miranda”.
Muchas personas
recurrían al lugar, en especial familiares, amigos y desconocidos al parque del
Este, acudían a “Julito” como cariñosamente lo llamaban, para saludarlo y por
supuesto les tomara la foto, ya sea individual o familiar. Los fotos a color o
blanco negro, pues era una preferencia
de la persona interesada, las de color valía cinco (5) bolívares y las blanco y
negro solo tres (3) bolívares. A los niños les tenía un caballito de madera
para que se montaran y salieran en la foto, de hecho mandaba hacer los
negativos en telescopio visor que era muy común en esa época.
Cabe
mencionar que don Manuel González, padre de José Eufracio y Cruz González,
trabajaba de vigilante en el Hospital Vargas, de lunes a viernes. Los fines de
semana los hermanos González se iban también para el Parque del Este a tomar
fotos a las personas que recurrían a sus servicios. De manera que también Julio
Antonio Blanco estaba allí presto. Como también se les uniría otro paisano
Urbano Monsalve (oriundo del caserío Los Toritos, de la jurisdicción de
Torondoy).
Constantemente
visitaba a sus familiares en el poblado Torondoy, en donde más adelante se
enamoró y casó con María Gregoriana Blanco Franco el 10 de septiembre de 1976.
Fruto de aquel matrimonio nacerían: Coromoto, Alberto y Yolimar.
“Julito”
Blanco en los años siguientes estaría realizando su trabajo en la ciudad
capital, pero debido a la distancia de su familia, decide retornar a su
terruño, esta vez al trabajo de la agricultura como lo haría en su infancia y
adolescencia. Con su joven esposa se dedican a cuidar una hacienda de café y
frutales menores llamada “El Paramito” ubicada en el caserío El Guayabal,
Torondoy.
Pasaban los
años y “Julito” dedicado a las faenas del campo. Cuando venía la cosecha de
café se lo vendía en baba al recordado amigo y paisano Mateo de Jesús Monsalve,
comerciante, que también tenía su bodega de víveres en el poblado de Torondoy.
El pago lo hacía bien fuera en efectivo o también en ocasiones se llevaba su
mercadito para su casa. Una particularidad de “Julito” llevado por la tentación
caía en el vicio del licor, esto trajo como consecuencia la ruptura de su
matrimonio; también no le podía faltar su caja de cigarrillos en el bolsillo de
la camisa, sin pensar que esto también le traería más adelante daños irreversibles
a su salud. También a “Julito” Blanco le gustaba incorporarse con los muchachos
en los juegos tradicionales como bailar trompo, muy típico de la zona andina e
incuso él mismo tenía una facilidad de elaborarlo, tomaba un trozo de madera de
naranjo y los hacía de forma artesanal a mano.
Su vida se
convierte en nómada, en muchas partes del país dejaba sus amistades y amigos.
Algunos lugares que podemos recordar como: Valle Grande de la jurisdicción de
Nueva Bolivia del Edo. Mérida, su Caracas entrañable, en la parroquia El Valle
donde vivía su paisano Américo Briceño (familia de los hermanos Joaquín y
Amable), en Charallave del estado Miranda, en la vía que conduce al poblado de
San José de Palmira (jurisdicción del municipio Julio César Salas, Arapuey) y
Santa Ana de Trujillo, su última morada.
Al enterarse
su familia (sobrinos y hermana Octaviana) de que “Julito” estaba muy delicado
de salud, tomaron la decisión de traérselo y recluirlo en el hospital de Caja
Seca, municipio Sucre del Edo. Zulia, porque presentaba un cuadro de
desnutrición bastante avanzado, pero lastimosamente falleció el 31 de mayo de
2014, a la edad de 66 años, y fue sepultado en el cementerio municipal de
Torondoy.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario